24 de septiembre de 2006






Foto de Aires Abiertos







En el fondo oscuro de un espeso bosque se encuentra una casa pequeña. Está hecha de piedra y pizarra, madera y cristal. Tiene un porche a la entrada, protegido por una barandilla de madera, con un solo banco alargado situado justo debajo de una de las ventanas. Un abeto centenario actúa de guardaespaldas. La luz es escasa durante todo el día y al caer la tarde, desaparece por completo. Ni siquiera la luna llena consigue atravesar la maraña de verde frondoso para llegar al reino duro y peleón del sotobosque.
Nadie quiere acercarse al lugar. El miedo a lo desconocido se aloja allí desde hace tiempo.
Sin embargo, todos los días, cuando la oscuridad ciñe su corona de azabache, una de las ventanas de la casa se ilumina.
Si se pudiese digitalizar la imaginación se vería una mancha blanca y brillante sobre fondo negro, o la estrella polar fugitiva del negro cielo, o un faro para navegantes perdidos, o un cirio en el templo de los creyentes, o tal vez, una lámpara de aceite encendida en la posada del camino.
Tan sólo son unas manos dulces, con olor a hierbabuena y el color de la ternura, las que pintan un paisaje imposible: la historia de amor entre la noche y el día.
Pero nadie quiere acercarse al lugar por miedo a lo desconocido y nadie verá el paisaje ni conocerá las manos que lo pintan.

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15 de septiembre de 2006

Enigma












Carboncillo de
Sandra Pérez






Quisiera ser enigma
y no recuerdo.

Ser un cristal ahumado
que muestra la silueta
y esconde la piel,
el jeroglífico dibujado
en la portada de un libro de historia,
una de las agujas
del reloj muerto
de una torre emblemática.
Ser, en fin, un objeto
necesario e inútil:
sirve sin usar,
se usa sin utilizar.

Quisiera ser enigma
y no saber mi respuesta.

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10 de septiembre de 2006

Granos de arena

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Camino por la playa
cuando se consuma esa su querencia
por ser un gran desierto.
Así, pienso en el morboso atractivo
de una soledad vieja.
Veo la escoria del tiempo en la arena:
una huella,
una colilla,
una caracola,
un madero,
una bolsa de plástico.
Así, imagino historias
de aquellos que estuvieron también solos,
que grabaron sus penas en la arena,
quemaron una historia de amor light,
se envolvieron con olas de mar falsas,
levantaron futuros
con pedazos de naufragios pasados,
fueron sicarios del hombre que, lento,
planea la destrucción de su casa.
Cuando veo ese tiempo
de arena derramado,
comprendo que los hombres
nunca han estado solos:
"Nadie es una isla
completo en sí mismo;
cada hombre es un pedazo del continente,
una parte de la tierra...".
Somos granos de arena en una playa:
uno a uno en soledad unidos.

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6 de septiembre de 2006

Inevitable









Foto de el peatón



Los días que poseo
-cada vez más-
ponen reja y candado
a todos mis sentidos.

No podré disfrutar
al cabalgar las aguas
del cañón colorado;
ni gozar libremente
de una caída libre
con ala de nylon
desde un ave de acero;
ni abrazar una rosa
sin temor a la espina
que en mis dos manos abra
dos heridas sin sangre;
ni mirar anaqueles
de tesoros escritos
sin gozar de la vista
de una daga clavada
en el núcleo del tiempo.

Los días que poseo
ponen reja y candado
a todos mis sentidos
pero no evitarán
que siempre sienta
amor por ese amor
que no poseo.

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