30 de septiembre de 2007

No estaba allí


Foto de Armando Vega : Cuerries de Espinaredo

"...
Yera como si la felicidá
envede tar allalantrón
pudiera tocase colos deos,
y lo mesmo que si huera un gatu
pasa-y la mano per enriba'l llombu"
Armando Vega
(Pente'l borrín de la memoria - Ed. Trabe)




Es tan grande el deseo de ser felices que nos pasamos la vida buscando los escasos momentos en que lo hemos sido.
Y si por un resquicio de la puerta de la memoria entrevemos ese instante que nos embriagó de felicidad, nos dedicamos con anhelo a estudiar su etimología. Como si descubrir el orígen nos permitiese reproducirlo indefinidamente.
Es entonces cuando encontramos el espíritu de las pequeñas cosas: la delicia de la leche acariciando la garganta, la tosquedad de la madera del banco, el crujir de la hierba seca en nuestras manos, la humedad en los pies después de chapotear en el camino enfangado.
Y en este afán de encontrar, perdemos el instinto y llegamos a confundir la felicidad con la caricia de un lomo suave, sedoso y cálido.
No estaba allí la felicidad.
Cuando niños, desconocemos la obligatoriedad de ser felices, por eso, aquellos actos que resultaban agradables a nuestros sentidos nos hacían gozar sin pretenderlo.
Podríamos concluir que la etimología de la felicidad es: infancia + ignorancia.
Pero no. La infancia no es privativa de aquélla.
Y si no, recordemos la lectura de un buen libro, una buena charla con un amigo, el abrazo inocente de tu hijo, una puesta de sol o un paseo bajo la lluvia; y tantos y tantos momentos en los que, ahora, en la edad del recuerdo, podemos disfrutar.
La felicidad no existe. No la busquemos y, tal vez, lleguemos a inventarla.


.

24 de septiembre de 2007

Lo mismo

Brota la hoja en la misma rama del mismo árbol.
El otoño porfía sus colores y melancolías.
Uno se cambia de ropa; la misma ropa que te abrigó el año anterior y el otro y el otro, aun siendo distinta.
Se hacen planes para modificar hábitos; los mismos planes que nunca se han cumplido.
Compruebas que aún sigues enamorado, o tal vez, desencantado, o mejor solo; lo mismo que todos los otoños.
Y todo igual, siempre igual, incluso cuando todo haya cambiado.
Lo mismo cada día de cada año, a pesar de la gran teoría del caos, a pesar del efecto mariposa, siempre el mismo sol nos visita en la mañana y cada día, la misma noche nos despoja de la venda en los ojos, que, por supuesto, siempre es la misma.

Es posible que la mariposa no sea la misma, que sus alas irisen colores diferentes y que su aleteo pueda sentirse siempre al otro lado del mundo. Pero nuestra triste contradicción es ese trivial, frívolo y superficial "siempre".

Nada es para siempre y, sin embargo, siempre es lo mismo.

.

6 de septiembre de 2007

RAÍCES

Esta vida interior que no quiero vivir y vivo
a mi pesar, ha engendrado un corazón de escarcha
porque el punto de pasión está por debajo
del de indiferencia.
Dijo un poeta: “el corazón no muere
cuando uno cree que debería”
y ¿qué importa que no esté muerto?
o ¿tal vez sólo parezca vivo?
La belleza insustancial de un ramo de siemprevivas
es patética cuando piensas que ya están muertas.
La belleza de lo muerto está en las raíces
de la memoria, que aún alimentan
lo que un día fue vivo.
Mas si la memoria sale cada día de la casa
del recuerdo con un traje diferente
cómo saber si el corazón
alguna vez latió con fuerza.


El poeta: Czeslaw Milosz