28 de octubre de 2007

GUERRA



GUERRA 77

Autor del dibujo: /nICO




Era una alambrada
Era un niño delante de la alambrada
Era un niño detrás de la alambrada
Eran dos niños
Eran las palabras de dos niños

¿Qué diablos era la alambrada?







* No me ha gustado mucho "El niño con el pijama de rayas" de John Boyne. Mucho más, muchísimo más, ha impactado mi espíritu este dibujo de NICO.





26 de octubre de 2007

CHEZ THÉRÈSE


Fotografía de Nuria Díaz-Telenti


Chez Thérèse

Vuela a mi alrededor
l´aigle noir de Barbara
al tiempo que aletea
el recuerdo de una noche.

Una noche y una mesa,
no un banquete.
Platón no cantó ideas
por nuestras bocas.
No se habló de la unión
de los contrarios,
de la sutileza del amor,
ni de la belleza.

Sócrates y sus amigos
no contemplaron
la extrema delicadeza
de nuestra mesa
en Chez Thérèse:
prendido de flores
en las servilletas,
ternura y arte
en la carta del menú,
exquisitez y color
en los entrantes,
ambrosía en los caldos
y aroma de flauta y lira
en un ambiente de corral.*

No habló Platón a través
de nuestras bocas
ni podrá escribir
sobre este banquete
que no es banquete.
No hubiese sabido
expresar con nitidez
nuestra belleza.

La belleza de la risa,
el pase de modelos,
las fotos y los brindis,
los besos a Teresa,
los cuentos, los chistes,
los abrazos,
el foie y sus oignons,
los besos a Teresa,
el moussaska,
los regalos,
los poemas declamados,
los besos a Teresa,
la migraña no invitada,
las pinturas y pintores,
la emoción perlada,
el cariño,
y los besos a Teresa.

No hubiese sabido, no,
expresar con claridad
el amor de un corralito*
a una maravillosa mujer:
Teresa.



* Nuestra pandilla se hace llamar "Corralito"

12 de octubre de 2007

El último idealista


Barrio de Venezuela


Lo vi por primera vez en el parking de uno de esos restaurantes gigantescos donde se celebran esas bodas gigantescas que te producen un aburrimiento gigantesco.

Aquel día, nuestro protagonista había ido a recoger a mi hija para irse de marcha con la peña por la calle del Rosal y aledaños. Llevaba un jersey negro de cuello alto y gafas. Tenía un aire intelectual a la par que bohemío, con tintes desaliñados. Me gustó.

Ya había oído hablar de él porque era compañero y amigo de mi hija. Muy buen amigo, decía ella, de esos a los que quieres para lo bueno y para lo malo. Lo llamaban "Tumbas" (nunca he llegado a enterarme del motivo de este apodo). Siempre estaba hablando de política. De la política de verdad, la sana, la de la lucha, la de la fe en los hombres. De la política que no existe. De la política que debería existir. Cuando en casa se hacían comentarios sobre alguna noticia del Congreso, de guerras, de huelgas, del subdesarrollo, del capitalismo, etc., el nombre de "Tumbas" salía por boca de mi hija en forma de visceral crítica al resto de personajes protagonistas de los desmanes criticados.

La mayoría de compañeros iba finalizando la carrera y, sin embargo, él, abandonó las aulas con asignaturas aún pendientes para marcharse a Venezuela. Tenía fe en que allí podría hacer "algo más". Quería practicar aquello en lo que creía. Y se fue. Y vivió, y sufrió, y se sintió solo, y regresó cuando no tuvo más remedio porque su visa llevaba ya tres meses caducada.

Acabó la carrera y volvió a marcharse, y continuó con su lucha particular y vivió conforme a sus ideas, y compartió y habló y escuchó; hasta, incluso, algún día se emborrachó. Y ahora, de nuevo regresa para seguir preparándose, para continuar ayudando a un pueblo en el que cree y cree merecedor de su ayuda.

Y se irá de nuevo.

Podrá estar equivocado. Tal vez haya escogido mal al destinatario de su lucha. Quizá sus principios actúen de venda para ocultarle las falsedades de todos los políticos. Pero lo que nadie, nunca, se atreverá a negarme es que "Tumbas" es, para nosotros, el último idealista. Un hombre que aún tiene fe en el hombre.

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