3 de diciembre de 2012

PODRÍA

Podría decir que hay oscuridad, pero no, en todo caso diría que hay demasiada luz. Me bombardean haces de luz pesada, como si me lanzaran chorros de agua a presión que me limpian y me dañan a la vez.
Hace tiempo que no escribo. Y eso es malo. Escribir contrae y distiende. Las neuronas se activan y el cuerpo se relaja. El problema es que no se puede describir el vacío para escribir sobre él. El vacío es blanco y es negro y también incoloro. El vacío no tiene forma, ni contorno, ni límite. El vacío no tiene olor ni sabor. El vacío no debería tener nombre. Y, sin embargo, en tantos momentos deseamos hablar sobre él que las palabras se inventan de nuevo con el mismo y antiguo método: el deseo.
En este caso el deseo de hablar y escribir. Hablar, con palabras que se verbalizan y escriben. Lo importante es hablar y escribir. Hablas y escribes para ponerle anclas al pensamiento. De otro modo el pensamiento navega, huye, escapa, se desvanece, se disipa, en suma, desaparece hundido en un mar de palabras confusas.
Podría decir que hay oscuridad, pero no, en todo caso diré que hay demasiada luz. Me bombardean haces de luz pesada, como si me lanzaran chorros de agua a presión que me adhieren letras y me despegan palabras al mismo tiempo.

1 comentario:

Berna dijo...

Deja que caiga el ancla, estás en puerto:escribe.