10 de enero de 2007

Un hombre y un Café

"Sostiene Pereira
que le conoció un día de verano"
Antonio Tabucchi
-Sostiene Pereira-


La mesa era de mármol tan herido
como el cristo en la cruz, de Guevara.
Las paredes hablaban con voz vieja.
Los apliques tenían alas de ángel
y luz de melancólico crepúsculo.
Baldosas con querencia de ajedrez
ocultaban historias: sombra y sol.
El paso de los años permitía
vislumbrar cuajarones de recuerdos
en el púrpura de los cortinajes.
El camarero alzaba su bandeja
hacia el artesonado cielo. Bello.
Todo era bello. Con esa belleza
antigua que se adhiere a la mirada.
Un hombre gordo, viejo y sudoroso,
la servilleta prendida a su cuello,
se tragaba sin decoro una omelette.
Pareció ésto, tal vez, antagónico
dentro de aquél artístico paisaje:
nada más falso que las apariencias.
Sostiene el antiquísimo Café
que le conoció un día de verano.
Tanto brillo en su decadente espíritu,
tanta sinceridad en su sombrero,
tan ágil su lacónica palabra,
tanto atractivo en su vieja amargura
que en un instante de clepsidra cómplice
el aire del Café ardió en belleza.
Todo el conjunto fue bello. Sostiene.

.

3 comentarios:

El detective amaestrado dijo...

Un café ardiendo de belleza...Yo sostendría lo que hiciera falta

ana martinez dijo...

Detective: ¿lo que haga falta? jajaja, la decadente belleza atrae, eh?

Jugador: Supongo que hay ciudades que reflejan por igual la historia de sus cafés y de sus clientes, pero Pereira vivía en Lisboa y yo no puedo evitar fotografiar esas escenas del libro en A Brasileira.

Gracias a los dos por pasaros

Mariadolcas dijo...

Me alegro de haberte leído, Ana, confieso que me había descuidado y perdido algo bueno. Gracias por darme el consejo de leer "Sostiene Pereira" lo haré. Un beso