12 de octubre de 2007

El último idealista


Barrio de Venezuela


Lo vi por primera vez en el parking de uno de esos restaurantes gigantescos donde se celebran esas bodas gigantescas que te producen un aburrimiento gigantesco.

Aquel día, nuestro protagonista había ido a recoger a mi hija para irse de marcha con la peña por la calle del Rosal y aledaños. Llevaba un jersey negro de cuello alto y gafas. Tenía un aire intelectual a la par que bohemío, con tintes desaliñados. Me gustó.

Ya había oído hablar de él porque era compañero y amigo de mi hija. Muy buen amigo, decía ella, de esos a los que quieres para lo bueno y para lo malo. Lo llamaban "Tumbas" (nunca he llegado a enterarme del motivo de este apodo). Siempre estaba hablando de política. De la política de verdad, la sana, la de la lucha, la de la fe en los hombres. De la política que no existe. De la política que debería existir. Cuando en casa se hacían comentarios sobre alguna noticia del Congreso, de guerras, de huelgas, del subdesarrollo, del capitalismo, etc., el nombre de "Tumbas" salía por boca de mi hija en forma de visceral crítica al resto de personajes protagonistas de los desmanes criticados.

La mayoría de compañeros iba finalizando la carrera y, sin embargo, él, abandonó las aulas con asignaturas aún pendientes para marcharse a Venezuela. Tenía fe en que allí podría hacer "algo más". Quería practicar aquello en lo que creía. Y se fue. Y vivió, y sufrió, y se sintió solo, y regresó cuando no tuvo más remedio porque su visa llevaba ya tres meses caducada.

Acabó la carrera y volvió a marcharse, y continuó con su lucha particular y vivió conforme a sus ideas, y compartió y habló y escuchó; hasta, incluso, algún día se emborrachó. Y ahora, de nuevo regresa para seguir preparándose, para continuar ayudando a un pueblo en el que cree y cree merecedor de su ayuda.

Y se irá de nuevo.

Podrá estar equivocado. Tal vez haya escogido mal al destinatario de su lucha. Quizá sus principios actúen de venda para ocultarle las falsedades de todos los políticos. Pero lo que nadie, nunca, se atreverá a negarme es que "Tumbas" es, para nosotros, el último idealista. Un hombre que aún tiene fe en el hombre.

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2 comentarios:

Jorge dijo...

El mundo está lleno de Tumbas y tumbas. Tu folletín es sin duda bastante familiar y posee aquello que se necesita cuando se quiere contar la historia de alguién. Claro está lejos de ser un relato, más bien huele a un "Al menos" o quizá será un "Además" (falsos géneros inventados por mí).
Creo que Tumbas, probablemente del mismo grupo sanguíneo que yo, como dicen los checos, está bastante equivocado. Pues lo que está sucediendo en Venezuela es la re-edición de un gran error de la humanidad. La dictadura del proletariado es tan mala como la dictadura de sus falsos autoproclamados profetas.

Tumba

Mariadolcas dijo...

Ana, me alegra mucho leer tus idealismos, utopías, entregas,todo lo que hacen y creen las grandes almas. Si no hubiera personas como tú habría que inventarlas.
Por lo mismo se merece el Nobel de Literatura Doris Lessing. Un beso