12 de junio de 2006

Anecdotario de curiosidades (III)

Fin de semana en Madrid

Es cierto que, para los que no vivimos en Madrid, un fin de semana en la capital (de momento podemos llamarla así, hasta que los referéndum prolifiquen y lleguemos a olvidar cual es cual y cual de las cuales nos corresponde por territorialidad geográfico-política) da para poco.
Sin embargo, estos dos días pasados han sido tan fructíferos en cuanto a experiencias se refiere, que me atrevo a decir que me han suplido por dos semanas.
Faltaría más..., hemos ido a la Feria del Libro, instalada en el Parque del Retiro y donde se demuestra experimentalmente que la teoría, según la cual los españoles leemos poco y compramos menos (libros) es absolutamente falsa. No vi a uno sólo de los viandantes del recinto sin una bolsa de la feria repleta o casi, de sus correspondientes libros.
Las ferias son ferias por algo, eso está claro. Entre otras cosas por la variedad de ofertas, y en este caso por la diversidad de libros y... también de escritores.
Estaba la exquisita y estirada presencia de Carmen Posadas, siempre con una sonrisa para el potencial cliente. No faltó a la cita Fernando Sánchez Dragó, crack donde los haya, hablador por los codos y profesional hasta en sus dedicatorias. Aunque las colas para esperar por la firma correspondiente en el libro escogido abundaban, encontré uno de los stand vacío, sin gente que ojease libro alguno ni esperase por la firma del autor de turno; di por hecho que éste último era el que espantaba al personal pues se trataba nada más ni nada menos que de Fernando Savater. He de reconocer que me dio pena. Algunas veces le cruzaría la cara por las tonterías que dice pero me cae bien y es un tío listo. Rosa Montero y Luisa Castro parecían dos marujas hablando de la última tendencia en telas para visillos y me alegro mucho de su actitud pues dejan claro que además de ser excelentes escritoras también son humanas y por ende, mujeres. ¿Se pueden imaginar qué stand era el más abarrotado de público, que hasta tuvieron que vallarlo en forma de "ese" para que la cola no se aglomerara y hubiera un cierto orden? Les advierto que ese día no estaba Dan Brown ni Antonio Gala (que tira mucho), ni Pérez Reverte, ni Paul Auster, ni Harold Pinter; no, no, ninguno de los que pueden ser considerados importantes o famosos en la literatura actual. El stand más visitado era el de Andreu Buenafuente. ¡Jódete y baila! Permítanme la expresión pero es que creo que me quedo corta. No tengo nada en contra del showman catalán, todo lo contrario, pero ver a Ian Gibson atendiendo a un admirador que por casualidad se había dejado caer por su stand y al Buenafuente protegido por guardas de seguridad para evitarle una posible avalancha de público, me pone los pelos de punta.
A Jesús Ferrero le brillaba más que nunca su peladísima cabeza y él, por supuesto, se enorgullecía y presumía de ella. Y eché una parrafadita con Benjamín Prado mientras firmaba el libro correspondiente presumiendo, en este caso, de una elocuencia intelectualoide de poeta simpático. Conté una a una las arrugas de Josefina Aldecoa, que son exactamente las mismas que exhibe en las pantallas de tv y que lleva con una elegancia y serenidad asombrosas.
Uno de mis mejores momentos fue el de Leopoldo. Ya estábamos en la segunda vuelta cuando mi hija me tira del brazo, me para y me dice: -"¿No es ese Panero, el que está en un psiquiátrico de Canarias?"-. Y en esto, que mis ojos se encuentran con una mirada suspendida en el aire (como la de Emma) y también veo un cigarrillo suspendido en unos labios casi desaparecidos y también veo unos huesos articulados cubiertos de una piel oscura que semejaban una mano que estaba suspendida en un bolígrafo (era el bolígrafo quien sostenía la mano y no al revés). Era Leopoldo María Panero. Creo que debo ser sincera y decir que no tenía ningún deseo de comprar alguno de sus libros (no me encandilan sus poemas) pero ante el mito literario que tenía ante mí, decidí hacerlo para recibir en persona una dedicatoria suya. Me acerqué, tomé el libro y se lo di para que me lo firmara. A su lado estaba un hombre joven que le transmitía las peticiones de los que allí esperábamos y me preguntó cómo me llamaba y me explicó -por si no entendía su letra- que su dedicatoria era siempre la misma: "Para ..... con cariño". En un intento (gigantescamente vano) de entablar algo de conversación con esa extraña criatura literaria, protesté por una firma tan simple y le pedí algo más que un cariño comercializado y merchandarizado. Él, apoyó su mano en el bolígrafo y, dirigiéndome una mirada de soslayo, escribió. Su acompañante le transmitió mis palabras y esperó respuesta. Leopoldo le respondió, con un rictus en la boca aspirante a sonrisa displicente de impaciencia, que sí me había escrito algo más: "Para Ana con cariño de Leopoldo". Y así acabó mi momento Leopoldo, con encanto y desencanto al mismo tiempo, como casi siempre nos ocurre con los mitos.
Y llegó la mañana a su punto álgido. Acaeció (sé que está en desuso pero me encanta esta palabra) que la química tornó psicología y la psicología en literatura y entre las tres generaron la conexión entre dos personas sin saber siquiera de su existencia la una de la otra.
Sucede que me gusta la poesía. Me atrevo descaradamente a escribir poesía y aunque no domino como quisiera esta parcela literaria (a pesar del gran Gamoneda, instintivamente la considero como tal) me considero poeta (¡toma ya!). Pues bien, es evidente que leo poesía pero también muchísimas otras cosas (soy ecléctica de profesión), entre ellas novela. Por tanto, no es de extrañar que me detuviera delante del stand donde firmaba en aquel momento Antonio Soler, autor de, entre otros, "El camino de los ingleses", premio Nadal 2004, y escritor especial y admirable por su actitud escéptica ante el merchandising que rodea parte de la literatura actual.
Estaba Antonio (la confianza acude sin que nadie la llame, je) atendiendo a una señora que había comprado uno de sus libros mientras yo esperaba con otro mi turno de firma correspondiente. La señora precedente se marchó y él, tomó una botella de agua y un vaso para evitar una deshidratación segura (rondábamos los 35º y el sol era de justicia); me vió y rápidamente dejó botella y vaso para fijarse en mi persona (me gustaría pensar que no fue tan sólo el interés comercial). Me negué rotundamente a privarle de apagar su sed y estuvimos en un toma y daca de amabilidades y condescendencias para acabar cediendo él, ante mi firme y contundente politesse, tomando el libro y escribiendo con una lentitud, rara en estos días, mi dedicatoria. Me devuelve el libro y murmura un "hasta pronto" con una sonrisa abierta y sincera (me gustaría pensar que no fue tan sólo el interés comercial). Abro el libro y leo: "Para Ana el agua de las palabras, la poesía". ¿Acaso no fue este un momento mágico?

El fin de semana daría para más historias pero creo que la mañana en la Feria fue significativa. La presencia de los libros, ya de por sí, es mágica.



pd. este relato no es ficción, por si a alguien le interesa.

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12 comentarios:

Anónimo dijo...

No deberías sentir lástima por Fernando Savater. Este personaje está por encima del bien y del mal. Muy por encima de los ignorantes humanos. De ninguna manera se debía de sentir decepcionado al ver tan poca gente en su caseta. Al contrario, estaría orgulloso pensando que sus seguidores no se acercaron al Retiro, ya que estaban cogiendo fuerzas para la hiper-mega-macro manifestación de sus amigos de la siempre tan educada y tolerante AVT.

Anónimo dijo...

No dudo de que Fernando Savater pudo haber cometido errores, no obstante, también creo que el clima social y político que se vivía entre los intelectuales que se atrevían a filosofar en el País Vasco puede explicar cierto enrarecimiento actitudinal del filósofo. También pienso que mis afinidades filosóficas tienden más hacia Fernando Savater que, por ejempolo, hacia Gustavo Bueno, quizá por eso rompo esta pequeña lanza a su favor.
Por otra parte, no intento convencer a nadie, y menos a ti anuka (ni pretendo que esto sea una crítica a tu post, ni mucho menos), pero creo que de sus libros y ese afán pedagógico y divulgativo que en ellos muestra la sociedad podría aprender y mejorar mucho. La divulgación que hace de la ética y la filosofía (como instrumento para pensar) son, desde mi humilde punto de vista, encomiables. Y dudo de esa intencionalidad que tú le otorgas, anuka.
Bueno, después de la lectura de tu post, Ana, y de esta reflexión primera, nada más puedo decir que me has dado una envidia increible y que espero algún día visitar esa feria del libro en Madrid.

Anónimo dijo...

¡Vaya!, si que me hubiera gustado estar allí con alguién como tú que me sirviera de guía.

Anónimo dijo...

A ver si me acuerdo. Vamos a ver,
PROLIFIQUEN, que es eso de PROLIFIQUEN, no será PROLIFEREN, aunque claro, la leida eres tú, yo soy de pueblo.
Antonio, qué Antonio? Banderas?, Gala?, Machado? Buero Vallejo, el portero del Vallecas, o el chigrero de mi barrio, porque sea quien sea me apunto.
Por qué, no me presentas a Jesús Ferrero, que así me gustan, calvos, mondos y lirondos, por aquello de que donde esté un buen calvo...

ana martinez dijo...

Anuka, tal vez esté de acuerdo con todo lo que dices, pero no puedo evitar ese sentimiento del que hablo. Savater es un hombre consecuente con su pensamiento y se ha atrevido a marcarse en una situación delicada. Lo más cómodo para él hubiese sido hacer mutis por el foro y pasar inadvertido.

Ricardo, nada más que decir. Lo has dicho tú todo y muy bien. Sí que lo pasarías fantástico en la Feria. Te lo aseguro.

Berna, mejor búscate otra guía. Yo he disfrutado pero me hubiese gustado tener esa guía de la que hablas.

Gracia, ni soy más leída que tú, ni escribo mejor que tú. Tan sólo escribo y lo comparto con los demás.
En cuanto a la palabrita en cuestión te recuerdo que prolífero y prolífico son sinónimos. Mi licencia se reduce a inventarme un verbo para el adjetivo prolífico. Me resultaba más adecuado en el contexto de lo que trataba de explicar.


Gracias a todos por pasaros.

Txe Peligro dijo...

La feria del libro, qué lugar, a un amigo le dió un ataque y tuvieron que llevarselo al hospital.

He tenido exámenes este finde, siento no haber podido veros.

Besos y abrazos

gaia56 dijo...

Estoy con Berna... me hubiera encantado estar allí y compartir las escenas contigo

Batiscafo dijo...

madrid da miedo...
es demasiado grande y yo me desoriento... es un mundo de caor y desastre

ana martinez dijo...

txe, me debes una cita, y tranquilo que no te obligaré a llamarme al día siguiente, jaja.

¡ay Carmen, ni te imaginas lo que hubieras disfrutado! algún día iremos juntas, ok?

batiscafo, parece que tu comentario lo hubiese escrito mi hija. madrid la supera, la desborda, la aplasta, en fin, debería ser ella la que comentara sus excelencias y comprobarías que madrid os une a las dos en la opinión compartida que sobre ella tenéis.

saludos a todos y gracias por pasar

Mariadolcas dijo...

Ana, sinceramente me da mucha más pena Leopoldo Panero....¡¡Tenerle que transmitir otro lo que le dicen...!!!qué triste, cómo estará, qué puede escribir una persona en esas condiciones.....
En fin, disfrutaste y desmitificaste. Eso me hubiera gustado cantidad. Un besito Loli

Anónimo dijo...

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