25 de mayo de 2006

Emma

Se llama Emma y tiene la mirada suspendida en un centímetro de aire.
Se ha caído muchas veces y siempre ha tenido alguien o algo que le ha tendido una mano. Tiene una hija de la que habla con un rictus de orgullo en sus labios, sin unirlos, dejando siempre un resquicio para una nueva palabra de alabanza hacia ella. Esta vez, es la poesía quien la ayuda a levantarse, a expresar el sufrimiento que le ha causado la muerte de su compañero y la tragedia que supone saberse seropositiva. Vive en un centro de acogida para drogadictos en proceso de desintoxicación y cuenta la ternura que recibe en las "caricias" de un pastor alemán que comparte casa con ella. Nos pide un cigarrillo para combatir la ansiedad, porque "se está quitando", dice, y eso es muy duro. Quiere hacerlo por su hija. Nosotros la animamos, le decimos que la meta es muy atractiva; el orgullo que sentirá ante su hija le compensará de todo el esfuerzo.
No he vuelto a verla desde que acabó el taller, hasta la semana pasada. Iba yo por la calle y me encuentro con una pareja de indigentes mochileros, de esos que son pero se niegan a serlo, que conservan un hálito de orgullo personal y evitan la compasión o el desprecio, que tanto monta. El hombre se me acerca y me pide dinero para el desayuno. Respondo que no tengo suelto (coletilla utilizada a menudo...) y entonces, la mujer lanza un exabrupto golpeándole el brazo y diciéndole: -pero ¿cómo se te ocurre pedirle dinero a mi amiga Ana?-. Era Emma. Pasada la primera sorpresa, una sonrisa grande se instala en mi boca; me alegro de ver a una antigua compañera de fatigas poéticas y le planto un par de besos sinceros en sus dos mejillas. Le pregunto por su vida. Ha vuelto. De nuevo está enganchada. Le echo un rapapolvo suave (no salen palabras duras para una mujer derrotada), le pregunto por su hija, la animo a luchar de nuevo contra su represor y me despido.
Sigo mi camino y pienso en ella. Su rostro estaba lleno de eccemas, algunos con heridas abiertas. Me estremezco. Mi único pensamiento durante todo el día fue de temor a un posible, aunque remoto, contagio.
He pasado una semana de contradicciones. No sabía si había hecho bien en besarla tan espontáneamente o debería haber tenido más cuidado.
Hoy, que escribo esto, me arrepiento de haber tenido dudas y me alegro de haberte besado, Emma.



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11 comentarios:

Anónimo dijo...

Una maravilla esta pequeña historia que escribes a propósito de Emma. Sencilla, tierna y dura.
Humana, "jodidamente " humana.
Gracias por contarla. Y suerte la mía por haberla leído.
No pude resistir dejarte un comentario.
Me encanta especialmente esa semana de contradicciones, ese temor,ese miedo que no logra esconder tus sentimientos.
Un beso.
Arrago.

Anónimo dijo...

Un beso vale más que mil arrepentimientos.

Un bello relato que no me atrevo a criticarle (aunque me muero de ganas).

Andrenio.

Anónimo dijo...

Es posible que este relato sea historia vivida , es posible que los besos que salieron espontáneos , sean una forma de compartir los sufrimientos , pero lo que sí es cierto es que la nobleza aflora en ti.
Asi eres Anuca , una encarnación del amor en todas sus vertientes.
Me encanta considerte mi amiga y sigue deleitandonos con tus relatos que son parte de tu vida.

Anónimo dijo...

El usuario anónimo dijo...
Es posible que este relato sea historia vivida , es posible que los besos que salieron espontáneos , sean una forma de compartir los sufrimientos , pero lo que sí es cierto es que la nobleza aflora en ti.
Asi eres Anuca , una encarnación del amor en todas sus vertientes.
Me encanta considerte mi amiga y sigue deleitandonos con tus relatos que son parte de tu vida.

El viejo marino

Txe Peligro dijo...

mu bien, es una historia real? Bueno, qué más da...

Saludos!!

Anónimo dijo...

Que no quiero ser rico,
que no quiero la fama,
que odio el poder y la noche en calma.
Solo fundirme en la tristeza de tu mirada de perdedora,
solo acompañarte en tus sueños destrozados.
Cuanto niño, dios mío, cuanto niño desterrado.

ana martinez dijo...

Arrago, que bueno verte por aquí. Había perdido tu correo por eso es que no te envié mi blog. Gracias por tu comentario. Y sí, otra cosa no será, pero esta historia es humana. Las contradicciones son intrínsecas a nuestra condición de hombres y bienvenidas sean, además.

Mi querido Andrenio, venga esas críticas ya, espero por ellas.

Mi viejo marino, demasiadas alabanzas. No me dores la píldora porque en la próxima reunión seguiré criticando alevosamente, jejeje.

¿Cómo que qué mas da? De modo que si es real desmerece? Ya sé que no soy partidaria de identificar autor con protagonista pero las historias propias deben ser contadas, si son importantes, claro.

Pues sí, contravientoymarea, hay muchas miradas perdedoras perdidas en el camino. No está mal pararse, de cuando en cuando, y fijarse en ellas.

Jose, llevas razón y además, sabes de qué estoy hablando. Ya lo decía Bukowski, la vida es un cubo de mierda, y yo apostillo, que siempre está lleno.


Gracias a todos por pasar.

ALOMA69 dijo...

La realidad siempre supera la ficción, es más dura y nos exige más.

Estas historias dificilmente tienen un final feliz.

Saludos!

Anónimo dijo...

Emma, sí la recuerdo,y ese cumpleaños que improvisamos para ella, y ese poema que le escribi y que leyó orgullosa para los de TLG...es curioso, siempre que la rememoro se me estremece el arbol de los recuerdos.
Su vida no se enderezara seguro,pero en su maleta llevara entre la ropa buena, tu beso.

Anónimo dijo...

Una bella y cruel historia. Una historia que casi todos conocemos, una Enma, una Marta, un Tino...
Paso por una historia parecida casi todos los días; me ve cuando voy al trabajo por la mañana y me pide dinero para desayunar, yo se lo suelo dar, pero sé que no desayuna café con leche y tostada.
Siento mucha pena por él. Ya no tiene compañera, ni hijo. Hubo un tiempo en que lo tratamos de ayudar, pero...
Lo siento
Tengo la sensación que esos besos no contagian.
Recibe otro mío.

ana martinez dijo...

Es tremendo pensar que es así, pero llevas razón Aloma, nunca tienen final feliz.

Berna, ahora que lo dices, me alegraría que en algún instante mi beso la ayudara a seguir hacia adelante.

Ahí estamos, Blanca, en la pura contradicción. Me gustaría que le contagiara algo pero me temo que...


Gracias a todos por pasar.