27 de diciembre de 2006

Implacables elementos

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Canté una historia
de voces y leones:
murió en el aire.

Conté una historia
de amores hilvanados:
ardió en el fuego.

Soñé una historia
de tiempos relativos:
se hundió en la tierra.

Besé una boca
sin voz y sin historia:
un sabor de agua.

Sollozo un cuento
con pluma de ansiedad
en papel viejo.


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24 de diciembre de 2006

Tocapelotas

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Tocapelotas o rompecojones (a gusto del lector)

Para incordiar, porque otra cosa no puedo, el consumismo feroz y el insufrible cotilleo.




Llorará porque no le compran la psp o tal vez porque no le gustan las espinas de la merluza?




Protestarán porque no les llega la señal para ver "Aquí hay tomate", o tal vez les están obligando a ver el programa de "Ana Rosa"?


Nada más lejos que ejercer de justiciera, pero de verdad que se me revuelve el estómago cada vez que felicito la navidad.

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19 de diciembre de 2006

Luz en la oscuridad



Para Antonio Gamoneda












Sin ser mi maestro
eres maestro
y me enseñas ignorancia
para aprender poesía.
Tus dulces manos
agitan tanto la palabra
que el sentimiento vuela
como un bierzo desatado
que troncha la rama
y muestra el árbol.
Como estrella polar
indicas dónde está el norte:
creación,
revelación,
conocimiento inexplicable.
Poesía oscura
para los que no tienen luz.
Luz de poesía
para los que descansan
en la verdad.
Escribiré canciones
en las hojas secas
para practicar
el arte de la memoria,
recordando que Antonio
vió esas hojas secas
mucho antes
de que fueran verdes.

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10 de diciembre de 2006

De lo posible

Hay sucesos posibles. Hay sucesos probables. Hay sucesos improbables. Hay sucesos imposibles. La seguridad de los sucesos imposibles es clara y nítida y no ofrece duda, pero determinar la probabilidad de los sucesos improbables, probables o posibles genera una incertidumbre vital por la que seguimos adelante, paso a paso, en la senda de los sucesos posibles, probables o improbables.

Premisas lógicas dentro de un galimatías neuronal para obtener una conclusión visceral:

No fue, mas pudo ser.
Es posible que alguna vez suceda.
Siento en la piel que no sucederá.
Amanecer y ocaso, hay a diario
mas cada vez distintos:
Si lo posible es imposible, siempre
habrá algún imposible.

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5 de diciembre de 2006

Puente de plata










Escher





Apagaste la luz
y buscaste penumbra en un rincón
que escondiera tus labios
trémulos de mentiras.
El final de una historia
brotó pronto de tu desasosiego.
Sin alzar la cabeza
querías ver mi cara:
si resistía,
si sollozaba,
si me alteraba.
Bailabas en la silla
aquietabas el alma,
esperando una voz
ya distante, ya cercana, la mía.
Tú, querías huir
del día a día, y yo
encontré una razón en la costumbre
para tenderte un puente de plata.
Sonriendo con sarcasmo te dije:
“se diría que ya no me conoces”. *



* endecasílabo de Juan Vicente Piqueras

3 de diciembre de 2006

El sol de Antequera



Salía el sol por Antequera y se pintó el rostro de naranja para ser el indio salvaje y no un soldaducho de tres al cuarto cuyo paraíso se reduce a una hectárea con cinturón de empalizada.
Salió a la calle sin caballo y le preguntó a un gato si todos sus congéneres eran negros o quizás era ella la que tenía mala suerte. El gato guardó sus bigotes y avergonzado le respondió que no era malo ser negro. Ella pensó que un gato tan tonto no podía traerle desgracias y siguió calle adelante contoneando sus caderas.
Un cronner viejo cantaba algo sobre la vida feliz de cada uno y ella empezó a reir con tanta estridencia que un gordo seboso que a esa hora veía un programa de televisión titulado "Aquí hay tomate" derrengado sobre un sofá de ajada piel granate, salió a la ventana y le gritó: "No te rías so guarra, no soporto la risa; llora como una estúpida desgraciada y me harás feliz".
La pintura de guerra frustrada de su rostro formó la curva de un arco tenso y una flecha de afilados improperios se dirigió directa al culo fofo y orondo del gordo que ya se había dado la vuelta, pues la información privilegiada sobre la alcaldesa, el señor de los caballos, el amante de la folklórica y demás personajes del mundo rosa que él tanto admiraba, no podía esperar.
La saeta rebotó en la blandura maloliente -pues el gordo era un reputado cantante de pedos- y cayó justo delante de sus pies calzados con unos zapatos de charol rojo y tacón muy alto, al estilo puramente pin-up en un coordinado puramente kitsch con el naranja de su maquillaje.
En ese preciso instante una rata salió de una cercana reja de alcantarilla y sorprendida por la flecha, los zapatos de charol y los aromas cantarinos que descendían desde el culo del gordo hasta el asfalto, se puso a tararear algo sobre la vida. Mira tú por donde esa canción que antes le provocara risa, ahora le parecía una cosa seria. Nunca hubiese imaginado la diferente forma de interpretar entre una rata y un cronner. Aunque bien pensado no es de extrañar, pues las ratas se pasan la vida en las al-canta-rillas y los cronner tan sólo son unos en-canta-dores aburridos.
Siguió adelante en busca de aquello que no cantaba el cronner ni la rata, pero que a ella le haría feliz.
Cuando los tacones de aguja se clavaron en el asfalto cien veces -no encontraba su sitio en la acera-, su pie derecho entró de lleno en uno de esos socavones que el paso de los coches y los zapatos de charol rojo producen, lo que hizo que perdiese el equilibrio y se cayese de bruces, golpeándose las rodillas con tal fuerza que no pudo sostener la postura y continuó su trayectoria hasta que su rostro quedó pegado al asfalto.
De esta guisa: rodillas en tierra, culo empericotado, antebrazos sosteniendo el torso y cara besando el suelo, la encontró un tipo que en ese momento doblaba la esquina próxima.
El hombre se acercó para ayudarla a levantarse pero ella permanecía inmóvil; tan sólo acertó a reirse.
Distendida la situación, las palabras fluyeron, las pieles se rozaron -al fin consiguió mover sus músculos- y los planes rodaron.
El tipo era guapo, las chispas saltaron, los polos se atrayeron y ella pensó que había encontrado al hombre que de verdad la complacería.
Se fueron a un hotel de las afueras, entraron en una habitación y se pusieron a follar como posesos. Al cabo de media hora los dos permanecían a ambos lados de la cama boca arriba y en silencio. Él, con cara de preocupación, élla, de frustración.
Estaba convencida de su mala suerte. Nunca encontraría a un hombre que follase de verdad.
En vista de que el gatillazo lo había dejado mudo, fue élla la primera en disparar: "¿Todos los hombres sois iguales o soy yo la que doy con ellos?".
Él respondió: "No es malo ser negro".
Un cronner viejo cantaba una canción sobre la vida -en el hotel no había ratas-. Una sonrisa -esta vez no hubo risas estridentes- llegó a su boca.
Se ponía el sol por Antequera, limpió su pintura naranja, cogió las dos agujas de charol rojo en la mano y salió a la calle.
Por enésima vez, el indio había sido derrotado.


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29 de noviembre de 2006

Pero Superman no necesita orgullo

El orgullo dispone de femorales y gemelos de repuesto para que no nos derrumbemos en esos momentos en que todo falla, en que la tierra se vuelve arena movediza, el aire es un tornado y algunas gentes tornan en carnívora marabunta.
El orgullo nos sostiene; más que sostener nos da alas, nos eleva a planos superiores donde somos superhéroes capaces de vencer a la pobreza de espíritu.
El orgullo nos hace fuertes, pero el orgullo no nos impide sufrir.

27 de noviembre de 2006

Noviembre

No niega el mes mi ser
en su negado nombre.
Como abogado vago
hace uso del artículo catorce
y me enseña un manual
cada año más grueso.
Lo uso lentamente
para atesorar páginas
repletas de señales
que me hablan entre risas,
sarcásticas e irónicas,
sobre años tan efímeros
como abrir y cerrar
los ojos ante el sol.
Es lenta mi ojeada
mas rápida la imágen,
tanto,
que al entornar los párpados
veo un noviembre de uniforme y trenzas
y otro de faldas cortas-largos besos.
Al abrirlos de nuevo
el mes tiene dos niños, una línea
y una huella que hiere la memoria.
Son muchos los noviembres
y una vida muy corta.

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22 de noviembre de 2006

Sino, Destino o Gato negro
















Catcat de Tom Wessellman



Un gato negro cruzaba la calle
Una gran ave blanca llegó del mar
Un abrazo cerraba el paraíso
Unas palabras paseaban solas
Unos hielos volcánicos llegaban
Unas piernas de seda cabalgaban
Un llanto frío desgarraba el alma
Un triste no tragaba con ansia un sí
Una mano abría el paraíso
Unos labios curaban las heridas
Una noche perdía el tren al día
Un silencio nadaba entre dos lenguas
Una gran ave blanca voló al este
Un gato negro cruzaba la calle

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12 de noviembre de 2006

Desayuno con diamantes














Una sola gota de agua
hace llorar al vaso.
Una sola y pequeña estrella en la noche
gesta una gran estrella en el día.
Un solo grano de arena
acuchilla la mirada.
Una sola mano
cierra la caja de Pandora.
Una sola palabra
hace palpitar el pétalo.

Érase una vez
un vaso medio lleno
en una casa
con techo de cristal;
donde la lluvia era piedra
y la tormenta de cartón.
Érase una vez
un búcaro dorado
repleto de razones húmedas,
donde las canciones tenían garras
y los poemas sonrojaban. Mas

Una sola gota de agua
hace llorar al vaso.
Una sola y pequeña estrella en la noche
gesta una gran estrella en el día.
Un solo grano de arena
acuchilla la mirada.
Una sola mano
cierra la caja de Pandora.
Una sola palabra
hace palpitar el pétalo.

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25 de octubre de 2006

Despertar antes o después de soñar











La pintura es de Conchi Marquez





Abrazada por dos metros de sábana blanca, sueño con un estanque repleto de lotos blancos.

Estoy desnuda. El cabello mojado cae en guedejas sobre mi cara ocultando una expresión seductora de media sonrisa que intenta seducir a nadie. Sentada en el borde, agito los pies en el agua para mitigar el temblor que sacude mi cuerpo. Con hilos húmedos hago un bodoque azul en la alfombra blanca. No hay nadie alrededor. Un silencio ruidoso. El aire susurra una nana al aire. El agua ahoga un suspiro de flor. Los blancos lotos frotan sus manos blancas. No hay nadie alrededor. Justo enfrente de mí, al final de una senda flanqueada por unos parterres de gardenias blancas, hay una gran casa, toda de mármol. Abandono el agua y camino hacia ella. Mis pies desnudos sufren las afiladas caricias de miles de piedrecillas blancas. Siento respigos, como miles de hormigas desquiciadas, bajo la piel. Entro en la casa que está completamente vacía. Todas las paredes de mármol blanco. Subo al primer piso en el que sólo hay una ventana que ilumina un gran salón. Abro la ventana y veo dos metros de sábana blanca. No hay nada. Sólo dos metros de sábana blanca. Sujeto con la mano la tela de algodón y tiro hacia dentro. El paisaje aparece entonces nítido. Ha despertado un sol de plata en mi ventana. Una sonrisa. Unos ojos verdes. Dos manos que entrelazan las mías. Unas palabras: no cierres la ventana.

Continúo abrazada por setenta centímetros de brazo. No sé dónde está la sábana. Escucho unas palabras dirigidas al comienzo de mi pensamiento: "no me cierres el alma".

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18 de octubre de 2006

Destrucción

"Nada se destruye, todo se transforma",

canta Jorge Drexler en una de sus canciones; ese cantante al que le dieron un oscar pero le prohibieron cantar su canción, y aun así cantó.
También lo dijeron otros en sesudos libros. Y lo veo a diario en mis bolsas de basura reciclada.
Hasta existen empresas dedicadas a la recuperación de pieles casi a punto de ajado extremo.

Pero mejor experimentar la teoría en esa sonrisa de una amistad que creía perdida. En la sentencia de mi padre -muerto hace muchos ocasos- a la que recurro a menudo. En el brillo de esa mañana en la que dejo atrás las sombras que atoraban mi cansado corazón. En esa palabra de color verde esperanza con la que un político raro me devuelve la fe en el hombre y su política. En el amor destruído por mi imaginación, al que nunca di pábulo de realidad y que en uno de esos instantes lúcidos, que raras veces poseo, muestra una pasión tan auténtica, tan vigente, que no puede concebir su no-existencia.

Nada se destruye, todo se transforma.



"Dedicado a todos esos ENCADENADOS que me acompañan en la ausencia"

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24 de septiembre de 2006






Foto de Aires Abiertos







En el fondo oscuro de un espeso bosque se encuentra una casa pequeña. Está hecha de piedra y pizarra, madera y cristal. Tiene un porche a la entrada, protegido por una barandilla de madera, con un solo banco alargado situado justo debajo de una de las ventanas. Un abeto centenario actúa de guardaespaldas. La luz es escasa durante todo el día y al caer la tarde, desaparece por completo. Ni siquiera la luna llena consigue atravesar la maraña de verde frondoso para llegar al reino duro y peleón del sotobosque.
Nadie quiere acercarse al lugar. El miedo a lo desconocido se aloja allí desde hace tiempo.
Sin embargo, todos los días, cuando la oscuridad ciñe su corona de azabache, una de las ventanas de la casa se ilumina.
Si se pudiese digitalizar la imaginación se vería una mancha blanca y brillante sobre fondo negro, o la estrella polar fugitiva del negro cielo, o un faro para navegantes perdidos, o un cirio en el templo de los creyentes, o tal vez, una lámpara de aceite encendida en la posada del camino.
Tan sólo son unas manos dulces, con olor a hierbabuena y el color de la ternura, las que pintan un paisaje imposible: la historia de amor entre la noche y el día.
Pero nadie quiere acercarse al lugar por miedo a lo desconocido y nadie verá el paisaje ni conocerá las manos que lo pintan.

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15 de septiembre de 2006

Enigma












Carboncillo de
Sandra Pérez






Quisiera ser enigma
y no recuerdo.

Ser un cristal ahumado
que muestra la silueta
y esconde la piel,
el jeroglífico dibujado
en la portada de un libro de historia,
una de las agujas
del reloj muerto
de una torre emblemática.
Ser, en fin, un objeto
necesario e inútil:
sirve sin usar,
se usa sin utilizar.

Quisiera ser enigma
y no saber mi respuesta.

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10 de septiembre de 2006

Granos de arena

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Camino por la playa
cuando se consuma esa su querencia
por ser un gran desierto.
Así, pienso en el morboso atractivo
de una soledad vieja.
Veo la escoria del tiempo en la arena:
una huella,
una colilla,
una caracola,
un madero,
una bolsa de plástico.
Así, imagino historias
de aquellos que estuvieron también solos,
que grabaron sus penas en la arena,
quemaron una historia de amor light,
se envolvieron con olas de mar falsas,
levantaron futuros
con pedazos de naufragios pasados,
fueron sicarios del hombre que, lento,
planea la destrucción de su casa.
Cuando veo ese tiempo
de arena derramado,
comprendo que los hombres
nunca han estado solos:
"Nadie es una isla
completo en sí mismo;
cada hombre es un pedazo del continente,
una parte de la tierra...".
Somos granos de arena en una playa:
uno a uno en soledad unidos.

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6 de septiembre de 2006

Inevitable









Foto de el peatón



Los días que poseo
-cada vez más-
ponen reja y candado
a todos mis sentidos.

No podré disfrutar
al cabalgar las aguas
del cañón colorado;
ni gozar libremente
de una caída libre
con ala de nylon
desde un ave de acero;
ni abrazar una rosa
sin temor a la espina
que en mis dos manos abra
dos heridas sin sangre;
ni mirar anaqueles
de tesoros escritos
sin gozar de la vista
de una daga clavada
en el núcleo del tiempo.

Los días que poseo
ponen reja y candado
a todos mis sentidos
pero no evitarán
que siempre sienta
amor por ese amor
que no poseo.

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31 de agosto de 2006

Anecdotario de curiosidades (IV)

Regreso de la tranquila historia de los tiempos no escritos (visita al Museo Arqueológico) a la historia estresante de las telecomunicaciones en fibras ópticas.
Sujeto las bridas a esta carrera desenfrenada, sentándome en una terraza bajo la sombra de unos venerables tilos.
Mientras acaricio el paladar con una caña de cerveza, recibo la visita de tres gorriones. Dejo mi lectura para observarlos. Permanecen saltando, mas bien botando, en el borde de la mesa. Uno de ellos dirige su pico hacia mí, abriéndolo y cerrándolo en actitud conversadora, imagino yo. Le concedo una sonrisa cómplice y parece que esto le da la confianza suficiente para acercarse a saltitos juguetones al plato de patatitas que el camarero había dejado como aperitivo. -Los otros dos, se mantienen vigilantes y al acecho de su maniobra-. Coquetea con dos o tres patatas y engancha una de ellas con rapidez al tiempo que, en una suerte de engaño, levanta el vuelo para aterrizar al pie de uno de los tilos que flanquean mi mesa.
Cuando el confiado gorrión se disponía a dar cuenta de su botín, sus dos compañeros imitaron su trayectoria y se le acercaron frontalmente, atacándole pico a pico hasta dejarle sin patata. En una milésima de segundo fue derrotado. Tal vez, pensé, porque el encantador gorrión de esta historia evitó entrar en la batalla. Le gustaba más el diálogo. Conmigo se había entendido bien. Pidió y yo le concedí.
Se quedó triste y abatido, mirando el tronco del árbol, como pidiendo explicaciones, intentando descubrir el motivo para tamaña injusticia.
Yo me mantuve observando la escena con ganas de salir en su defensa, pero el sentido del ridículo se impuso y no me atreví a ejercer de caballero protector de una minúscula dama que caminaba a saltitos y cuya piel estaba repleta de plumas grises.
Ahora, al cabo de los días cuando escribo esta historia, pienso si en una situación similar, con hombres y mujeres por protagonistas, me hubiese atrevido a tomar la espada de la justicia en la mano para defender al débil, cual quijote del siglo XXI.
Si algún día aclaro esta duda, tendré otra historia para escribir, muy probablemente en una cama de hospital, pues ya se sabe que los adalides quijotescos suelen acabar con los huesos malparados; o bien en letras rojas que reflejen la verguenza manifiesta de mi cobardía para defender tanto animales como hombres.

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28 de agosto de 2006

Estás; la luz se besa con la sombra
y no te veo.
Cuando estás, el tacto de mis dedos queda ciego
y no te siento.
Cuando estás, una balsa de viento se lleva las palabras
y no te hablo.

No estás; el alba nace envuelta en manto negro
y deseo verte.
Cuando no estás, crecen raíces en la punta de mis dedos que te buscan
y deseo tocarte.
Cuando no estás, un tren de veintiocho vagones descarrila por unas vías eternas
y deseo hablarte.

Un sueño dulce me envuelve cuando estás.
Cuando no estás una vigilia cruel me inunda los ojos.

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20 de agosto de 2006

Bella

Para Viri

















Fotografía de Virginia Fernández



En aquel tiempo, una muchacha de cabellos castaños y ondulados como un mar; brillantes ojos negros como una noche de luna; piel de plata como sábana de raso blanca y un cuerpo moldeado por la brisa fresca de la primavera, vivía en una casita al final de una calle de un pueblecito al sur de Portugal.
La muchacha se llamaba Bella, la calle "Rua das arbores" y el pueblo... no recuerdo cómo se llamaba.
En aquel tiempo los mozos rodeaban la casa de Bella, cantándole hermosas canciones populares para ganar sus favores; y el bosque rodeaba el pueblecito dejándole apenas una entrada desde la carretera general.
En aquel tiempo el padre de Bella pensó en el futuro de su hija y no encontró conveniente que todos aquellos mozos se pasaran la noche al pie de la ventana de su hija, por lo que prohibió terminantemente que nadie se parase para tales fines delante de su casa, y estableció contactos con una casamentera del lugar para arreglar un matrimonio de conveniencia para su hija.
En aquel tiempo el alcalde del pueblo pensó en el futuro de sus lugareños y no encontró conveniente que el bosque les privase de una agricultura floreciente que enriqueciese a todos y trajera prosperidad al lugar, por lo que ordenó la tala parcial (más tarde llegó a ser general) de todos los arboles que rodeaban al pueblo.
En aquel tiempo acaecieron algunos cambios en la vida de Bella. Su calle dejó de llamarse "Rua das arbores" y pasó a nombrarse "Rua dos arrifes"; los mozos desaparecieron, al igual que el bosque; y la única presencia de un hombre al pie de su ventana fue la silueta de un jinete sobre su caballo que anunciaba en un cartel (muy a la moda de la época) el afamado "Nitrato do Chile" que una compañía del país sudamericano comercializaba en Europa para el mejor desarrollo de los cultivos agrícolas.
Hemos sabido, que Bella abandonó su pueblo, su calle y su casa; sin embargo mantuvo una íntima relación con el "Nitrato do Chile": se casó con el director de la compañía.
Hemos sabido, que ya nadie cultiva nada en el pueblo de Bella; sin embargo los arrifes mantuvieron su status; ni un solo arbol ha vuelto a ser plantado.


*"Arrifes": desmanche de árboles para abrir caminos.
*Me he tomado la libertad de modificar el significado de "arrifes" con el fin de relacionarlo de una manera racional con el "Nitrato do Chile"

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14 de agosto de 2006

Una que no sabe



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"United colors of Rajastan" Foto tomada por Manuel Pazos



Hay, quienes no quieren tirar para adelante porque, intuyo, no les gusta dejarse llevar; prefieren conocer, escoger y asegurar el camino. Éstos, contradictoriamente, arriesgan mucho; pues aquellas excelencias de la vida que llegan a conocer y a escoger voluntariamente, involuntariamente pretenden sujetarlas; propiciando de este modo una pérdida segura; pues el dicho de "sólo se conserva aquello que no se amarra" es muy acertado.

Los hay, que no sufren el tirar para atrás, pues la senda está aprehendida por la memoria y el recuerdo, y ámbos, son caminantes perezosos. En ese caso, el olvido premeditado acarrea un peligro: si no sientes lo que dejas atrás, no podrás sentir en plenitud lo que te ofrece el presente, pues el período de aprendizaje es necesario incluso para el sentimiento.

Hay gentes, también, que olvidan el ayer y no piensan en el mañana, porque están anclados en cada minuto que late en sus vidas; y se aferran con tanta fuerza a cada instante que no aprecian si hay baches en el camino, si las tormentas acechan, si lo recorrido ha sido duro o si lo que se vislumbra en el horizonte tiene buen aspecto. Y es que, estas gentes, usan sus manos para quitar el tronco atravesado en el camino; su boca para besar unos labios que piden auxilio; sus piernas para escalar al balcón de su amor; su nariz para oler la sangre de la herida o la rosa del corazón; sus ojos para ver la miseria o la riqueza; su sexo para gozar; y su voz..., su voz para cantar una elegía a cada minuto de su vida que se muere.

En realidad, no sé quiénes practican mejor el arte de la vida o si es éste un conglomerado de estilos; utilizando un día el pincel, otro la pluma, otro el cincel, otro la voz; pero sí se me ocurre un aforismo: Hay gentes que viven y hay gentes que piensan en vivir.


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12 de agosto de 2006

A la gata le sobra con el tejado















He visto en un semanal, de los que lanza hace ya tiempo la prensa escrita, unas páginas sobre lo último en decoración perfecta para una casa. Una de las habitaciones -se supone que la de los niños-, dejaba ver una combinación sobria y austera -véase "minimalista" en argot de diseño-. Paredes desnudas pintadas en color piedra, suelo de madera sin barnizar, camas sin cabecero y colchas y cuadrantes grises. Muy sencillo a la par que elegante y en la onda de la última movida diseñadora -nos diría el decorador de turno-.
He pensado en la cantidad de casas en las que se renovará la decoración, inclinándose por esta tendencia, so pena de quedarse el actual mobiliario y sus accesorios pasados de moda. En este caso es un buen cambio (más por menos): la mayoría de las cosas que llenan nuestras casas son superfluas, inútiles e innecesarias. Pero me pregunto ¿por qué no se llega a este razonamiento sin falta de que nos lo impongan unos diseñadores obligados al cambio para mejor vender sus ideas?.
He recordado el sótano de la casa de "La gata sobre el tejado de zinc" -repleto de los más inverosímiles objetos- y los lamentos del patriarca de la familia, en la obra mítica de Tennesee Williams, porque la única meta en su vida había sido "acumular" cosas de todo tipo, pero cosas al fin y al cabo; y en su último momento no tenía "nada" para llevarse consigo.
Dejo la pregunta en el aire: ¿Por qué demonios nos gustará tanto poseer?


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4 de agosto de 2006

Invertir al hombre de Porlock

Invertir al hombre de Porlock. Eso es lo importante. Irte a la cama para escribir la historia vivida. Reinventar cientos de personajes y establecer un nexo entre ellos tal, que la lectura consiguiente sea tan sencilla como sumar uno y uno y todo el mundo diga: ¡dos, es dos!
Cuando el árbol se llena de frutos, sus ramas se doblan y aquellos acaban cayendo fieles a la ley de la gravedad. Tal vez nuestras mentes se doblen de tanto alimentarlas y de cuando en cuando, lo que había brotado y estaba a punto de dar a luz un perfecto y redondo pensamiento, se hunde en un limbo extraño y desconocido a donde van a parar Cavafis y su Itaca, la estación del metro de Pound, la pistola de Verlaine y sus violines de otoño, la amada y el amado de San Juan, las tierras baldías de Elliot, la fuga de muerte de Celan, la marca del agua de Angel González, la alta luna de Pessoa, el cubo de mierda de Bukowski y hasta el mismísimo hombre de Porlock de Coleridge.
Qué maravilla de la creación sería acostarse, recibir la noche en la piel y un alfabeto de luces en el alma, cuyo desorden voluntario generase espontáneamente un caos tan lúcido como los amores de Cavafis, tres o cuatro cantares de Pound, el cuerpo herido de Rimbaud, la noche oscura de San Juan, los cuartetos de Elliot, el suicidio de Celan, las cucarachas de Angel González, la piedra y la rosa de Pessoa, el plato de lentejas de Bukowski y hasta el mismísimo Kubla Khan de Coleridge.
Invertir al hombre de Porlock. Eso es lo importante. Que el escribir fuera un sueño y el sueño una creación libre de ser interrumpida por la llamada inoportuna del alba intelectual.

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31 de julio de 2006

Pequeñas historias en ciudades grandes (II)













La composición es de
Cristina Alejos Cañada




Todos los meses desde hacía un año recibía una rosa. El día diez de cada mes, un repartidor de una floristería aparecía en la oficina con una rosa solitaria, tan sólo adornada con un lazo de su mismo color: rojo. Una tarjeta con dos iniciales. Ninguno de sus amigos, conocidos o posibles admiradores tenía un nombre con esas iniciales. Había indagado en la floristería pero no supieron darle ninguna pista pues los encargos se hacían por teléfono. El desasosiego que le producía ignorar el remitente y la cobardía que imaginaba en él, la inquietaban de tal forma que había tomado la decisión de no aceptar el envío y devolvérselo al repartidor el próximo mes. Pondría fin a una historia que no había tenido principio.

***********

Llamó a la floristería para cancelar el encargo que hacía todos los días diez de cada mes. Después de un año, su mejor amiga tendría que haberse dado cuenta de sus intenciones. En fin, tal vez fuese mejor así. Él no se atrevía a manifestarle en persona sus sentimientos y ella obviaba la situación haciendo caso omiso de su "declaración" mensual. Lo más conveniente para los dos sería seguir como si nada hubiese ocurrido y poner fin a una historia que nunca tendría principio.

***********

La encargada lo llamó al móvil para decirle que la rosa que llevaba a la calle de los Despropósitos número 15, no debía ser entregada pues acababan de cancelar el encargo. El repartidor confirmó el número de la calle y el nombre de la destinataria y cortó la llamada. -¡Joder, llevo un año entregando esta rosa en el número 16 a una mujer con el mismo nombre!- pensó. Sería mejor no contar este final a nadie, no fuera que su trabajo en la floristería pasase a ser historia.


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28 de julio de 2006

Oración



No te asalten temores
pues no verás espejo en estas letras.
Este poema será una gran piedra
velada por la sombra de los sueños,
protegida por líquenes de angustia
y firme ante la luz de las verdades.

Piedra que nunca duele
piedra que nunca sueña
piedra que nunca abriga
piedra que nunca vuela
piedra que nunca tiene

Líbrame de todo
y dame la nada.


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26 de julio de 2006

La carrera

















Nací con el moldeador puesto y el azabache definiendo el color de mi pelo.
Mis padres, después de cuatro hermanos varones de cabellos rubios y lacios cual mezcla de ario y vikingo, encontraron mi figura tan opuesta a la de sus otros hijos que no buscaron más belleza y se conformaron con la vulgar mediocridad de mis rasgos.
Crecí a rebufo del poderío físico e intelectual de mis hermanos. Ellos eran altos, fuertes, guapos, inteligentes y poseían ese halo de atracción que rodea a ciertas personas que las hace triunfar ante los demás sin mover siquiera un dedo; al contrario que yo, que tuve que justificar incluso mi primer paso pues a los seis meses corría, más que caminaba, por el jardín de nuestra casa, intuyendo mis padres en ello una rara aptitud más que una cualidad.
Lo de crecer es una manera antagónica de decir que no crecí. Apenas llegué al metro cincuenta de estatura. Soy bajita. Tal vez no sea debido tan sólo a ésto, pero siempre he tenido la sensación de ser inferior a los demás. Claro está que todos los hombres con los que me he relacionado, esporádica, temporal o continuadamente, han sido mucho más altos que yo e, influenciada por mis actitudes afectivas hacia mis fraternales y colaterales ascendientes, he tenido el impulso de besarlos continuamente.
Por oposición a mis hermanos, estudié "diseño y decoración"; profesión femenina donde las haya; gracias a la cual, conocí a cientos de mujeres organizadoras de sus casas, amantes de sus maridos, educadoras de sus hijos, clientas de dermoestética y profesionales del ocio a elevados niveles. Esta relación profesional-clienta, me indujo a ejercer de lo contrario, esto es: seguí viviendo en casa de mis padres, no me casé, no tuve hijos, mantengo el mismo cuerpo que mi padre y mi madre concibieron y mi único ocio-vicio es saborear los labios y lenguas de todos los hombres que se acercan notablemente a mi vida mientras empleo una destacada frialdad para hacerles el amor. Es posible que un día de éstos me quede con una sola de esas bocas y hasta puede que tenga un hijo. No veo probable, en cambio, que los cirujanos arreglen algún desarreglo de mi cuerpo.
El moldeador sigue siendo natural pero el azabache del pelo va tornando artificial. Mis padres continúan viendo en mí un personaje particular, medio extravagante, medio vulgar. Mis hermanos son, efectivamente y como se había previsto, espléndidos representantes de la perfección en el género masculino. El jardín ya no es testigo de mis carreras pero sí me sufren el metro, las aceras, los pasillos de las casas de mis clientas y cualquier otro sitio que pueda ser pateado, en este caso, corrido. Y continúo centrando mis aspiraciones sexuales en besar apasionadamente a los hombres que me gustan.
Siento, a menudo, que se ha tratado la mía de una vida aburrida. Sólo siento, porque si me detengo a racionalizar esta carrera en la que no he oído el pistoletazo de salida, el puesto a la mitad de esta prueba reina no es tan malo. Soy extraña, particular y personalmente feliz.



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22 de julio de 2006

El cáncer de lo bello
















La verdad duele
La pasión agota y se agota
La vida es cara y su envoltorio falso
La razón pregunta sin responder
El sentimiento responde sin preguntar
La muerte y el latido acuden sin cita previa
En fin, la rosa tiene espinas



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17 de julio de 2006

Significados














Sombras de luz
- FERNANDO ALBA -





No me gusta la luz.
Me duele en los ojos.
¿Tendrá ésto algún significado?

Tal vez, porque
prefiero el desaliño de una sombra
a la vanidad de un sol de verano,
la forja bañada en cera
a la danza futurista de un neón,
la noche cuando es una noche desordenada
al día claro y ordenadamente aburrido.

Prefiero el misterio de un poema
a la transparencia de un periódico,
los ojos enigmáticos de un rostro
a las palabras deslumbrantes,
un oscuro beso en la oscuridad
al resplandor de una piel ardiente.

A través de la sombra contemplo
la descarada crueldad de la luz.
¿Tendrá ésto algún significado?



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12 de julio de 2006

De interiores y exteriores














la incesante monotonía de buscar cada día un paisaje diferente, impide contemplar la permanente complejidad de cada rincón de nuestra casa

27 de junio de 2006

Pequeñas historias en ciudades grandes (I)
















Todas las noches entreabría su ventana. Justo en el edificio de enfrente, su vecina, se sabía observada. Lo veía, regularmente, mirar cómo bailaba su danza oriental. Y en esa complacencia de artista que ofrece su arte al público, ella abría de par en par su ventana, encendía todas las luces y elevaba el volumen de su compacto para conseguir el clima apropiado que acompañase al sensual movimiento de su cuerpo.
Todas las noches, durante una hora, se repetía esta parafernalia. Hasta que ella cerraba su ventana deseando haber satisfecho a su espectador. Y éste, embriagado por la brisa de laúdes, cítaras, crótalos y panderos, se retiraba para continuar leyendo un libro mientras las luces de su habitación permanecían apagadas.


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12 de junio de 2006

Anecdotario de curiosidades (III)

Fin de semana en Madrid

Es cierto que, para los que no vivimos en Madrid, un fin de semana en la capital (de momento podemos llamarla así, hasta que los referéndum prolifiquen y lleguemos a olvidar cual es cual y cual de las cuales nos corresponde por territorialidad geográfico-política) da para poco.
Sin embargo, estos dos días pasados han sido tan fructíferos en cuanto a experiencias se refiere, que me atrevo a decir que me han suplido por dos semanas.
Faltaría más..., hemos ido a la Feria del Libro, instalada en el Parque del Retiro y donde se demuestra experimentalmente que la teoría, según la cual los españoles leemos poco y compramos menos (libros) es absolutamente falsa. No vi a uno sólo de los viandantes del recinto sin una bolsa de la feria repleta o casi, de sus correspondientes libros.
Las ferias son ferias por algo, eso está claro. Entre otras cosas por la variedad de ofertas, y en este caso por la diversidad de libros y... también de escritores.
Estaba la exquisita y estirada presencia de Carmen Posadas, siempre con una sonrisa para el potencial cliente. No faltó a la cita Fernando Sánchez Dragó, crack donde los haya, hablador por los codos y profesional hasta en sus dedicatorias. Aunque las colas para esperar por la firma correspondiente en el libro escogido abundaban, encontré uno de los stand vacío, sin gente que ojease libro alguno ni esperase por la firma del autor de turno; di por hecho que éste último era el que espantaba al personal pues se trataba nada más ni nada menos que de Fernando Savater. He de reconocer que me dio pena. Algunas veces le cruzaría la cara por las tonterías que dice pero me cae bien y es un tío listo. Rosa Montero y Luisa Castro parecían dos marujas hablando de la última tendencia en telas para visillos y me alegro mucho de su actitud pues dejan claro que además de ser excelentes escritoras también son humanas y por ende, mujeres. ¿Se pueden imaginar qué stand era el más abarrotado de público, que hasta tuvieron que vallarlo en forma de "ese" para que la cola no se aglomerara y hubiera un cierto orden? Les advierto que ese día no estaba Dan Brown ni Antonio Gala (que tira mucho), ni Pérez Reverte, ni Paul Auster, ni Harold Pinter; no, no, ninguno de los que pueden ser considerados importantes o famosos en la literatura actual. El stand más visitado era el de Andreu Buenafuente. ¡Jódete y baila! Permítanme la expresión pero es que creo que me quedo corta. No tengo nada en contra del showman catalán, todo lo contrario, pero ver a Ian Gibson atendiendo a un admirador que por casualidad se había dejado caer por su stand y al Buenafuente protegido por guardas de seguridad para evitarle una posible avalancha de público, me pone los pelos de punta.
A Jesús Ferrero le brillaba más que nunca su peladísima cabeza y él, por supuesto, se enorgullecía y presumía de ella. Y eché una parrafadita con Benjamín Prado mientras firmaba el libro correspondiente presumiendo, en este caso, de una elocuencia intelectualoide de poeta simpático. Conté una a una las arrugas de Josefina Aldecoa, que son exactamente las mismas que exhibe en las pantallas de tv y que lleva con una elegancia y serenidad asombrosas.
Uno de mis mejores momentos fue el de Leopoldo. Ya estábamos en la segunda vuelta cuando mi hija me tira del brazo, me para y me dice: -"¿No es ese Panero, el que está en un psiquiátrico de Canarias?"-. Y en esto, que mis ojos se encuentran con una mirada suspendida en el aire (como la de Emma) y también veo un cigarrillo suspendido en unos labios casi desaparecidos y también veo unos huesos articulados cubiertos de una piel oscura que semejaban una mano que estaba suspendida en un bolígrafo (era el bolígrafo quien sostenía la mano y no al revés). Era Leopoldo María Panero. Creo que debo ser sincera y decir que no tenía ningún deseo de comprar alguno de sus libros (no me encandilan sus poemas) pero ante el mito literario que tenía ante mí, decidí hacerlo para recibir en persona una dedicatoria suya. Me acerqué, tomé el libro y se lo di para que me lo firmara. A su lado estaba un hombre joven que le transmitía las peticiones de los que allí esperábamos y me preguntó cómo me llamaba y me explicó -por si no entendía su letra- que su dedicatoria era siempre la misma: "Para ..... con cariño". En un intento (gigantescamente vano) de entablar algo de conversación con esa extraña criatura literaria, protesté por una firma tan simple y le pedí algo más que un cariño comercializado y merchandarizado. Él, apoyó su mano en el bolígrafo y, dirigiéndome una mirada de soslayo, escribió. Su acompañante le transmitió mis palabras y esperó respuesta. Leopoldo le respondió, con un rictus en la boca aspirante a sonrisa displicente de impaciencia, que sí me había escrito algo más: "Para Ana con cariño de Leopoldo". Y así acabó mi momento Leopoldo, con encanto y desencanto al mismo tiempo, como casi siempre nos ocurre con los mitos.
Y llegó la mañana a su punto álgido. Acaeció (sé que está en desuso pero me encanta esta palabra) que la química tornó psicología y la psicología en literatura y entre las tres generaron la conexión entre dos personas sin saber siquiera de su existencia la una de la otra.
Sucede que me gusta la poesía. Me atrevo descaradamente a escribir poesía y aunque no domino como quisiera esta parcela literaria (a pesar del gran Gamoneda, instintivamente la considero como tal) me considero poeta (¡toma ya!). Pues bien, es evidente que leo poesía pero también muchísimas otras cosas (soy ecléctica de profesión), entre ellas novela. Por tanto, no es de extrañar que me detuviera delante del stand donde firmaba en aquel momento Antonio Soler, autor de, entre otros, "El camino de los ingleses", premio Nadal 2004, y escritor especial y admirable por su actitud escéptica ante el merchandising que rodea parte de la literatura actual.
Estaba Antonio (la confianza acude sin que nadie la llame, je) atendiendo a una señora que había comprado uno de sus libros mientras yo esperaba con otro mi turno de firma correspondiente. La señora precedente se marchó y él, tomó una botella de agua y un vaso para evitar una deshidratación segura (rondábamos los 35º y el sol era de justicia); me vió y rápidamente dejó botella y vaso para fijarse en mi persona (me gustaría pensar que no fue tan sólo el interés comercial). Me negué rotundamente a privarle de apagar su sed y estuvimos en un toma y daca de amabilidades y condescendencias para acabar cediendo él, ante mi firme y contundente politesse, tomando el libro y escribiendo con una lentitud, rara en estos días, mi dedicatoria. Me devuelve el libro y murmura un "hasta pronto" con una sonrisa abierta y sincera (me gustaría pensar que no fue tan sólo el interés comercial). Abro el libro y leo: "Para Ana el agua de las palabras, la poesía". ¿Acaso no fue este un momento mágico?

El fin de semana daría para más historias pero creo que la mañana en la Feria fue significativa. La presencia de los libros, ya de por sí, es mágica.



pd. este relato no es ficción, por si a alguien le interesa.

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6 de junio de 2006

Fantasía y realidad












- Escher





Alguien leyó mis poemas y me habló de desencantos y frustraciones. Identificó poeta con poesía, cuestión, por otro lado, muy discutible y que requiere estudios profundos para no llegar a conclusión acertada.
Alguien leyó los escritos colgados en este blog y me habló de pesimismo y tristeza. Identificó escritor con escrito. Es posible que con razón, pues siempre proyectamos nuestra personalidad en el papel (aunque no me gusta definirme como persona pesimista, reconozco que un poco escéptica sí que soy).
Alguien leyó todos mis escritos y se sintió dibujada en ellos; en alguna parte de ellos. Es aquí donde marco una línea que separa fantasía de realidad. No negaré la carga de experiencia propia que llevan todos mis poemas, relatos, soliloquios o simplemente crónicas del día a día; pero sí me atrevo a negar rotundamente que el lector deba identificar mi vida real con mi vida literaria.
Recuerden los lectores que la imaginación es la savia de todo escrito.

"Ni el poeta, en su texto, es el hombre que es cuando no escribe, ni su lector el hombre o mujer que es cuando no lee", dijo Lázaro Carreter. Y estoy de acuerdo con él.
Esta afirmación extrapolada a cualquier tipo de literatura (no me atrevo, dios me libre, a decir que yo hago literatura, pero sí que, dios no me libra, puedo negar que escribo) es válida en tanto que el único nexo existente entre escritor y lector es el mundo creado por ámbos en esos dos estadios diferentes que son el hecho de escribir y el de leer.

En resúmen, la tangencia de mi realidad con la fantasía de mis escritos puede tornarse secante, pero el círculo de mi vida cortado por ésta, es, las más de las veces, ínfimo.


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1 de junio de 2006

La equivocación



Al doblar una esquina, en una noche sin luna, en una ciudad sin nombre, te encontré. Mal asunto. Supe o, tal vez, presentí, que devolver a las tuyas mis primeras palabras era el principio de una gran equivocación.
Llevaba razón.
Tomamos una avenida de cuatro carriles en la calzada y bulevares en las aceras, pero a ti no te gusta conducir y yo aborrezco las terrazas.
Paseamos bajo lunas maravillosas en noches de cristales brillantes, pero la luna descubre que no todos los gatos son pardos y los cristales, -nunca lo hubiera pensado-, se rompen.
Leímos profundas historias acompañados de inolvidables músicas, pero tú descubriste pronto que las historias son historias porque se acaban y yo entoné una canción que, -nunca lo hubiese creído-, jamás había escuchado.
En fin, al cabo de un tiempo, notamos, con cierto amargor en los labios, que a mí me gusta el amarillo y tú eres supersticioso; yo disfruto con un buen vaso de vino y a ti te gusta el cardhu; tú llevas sandalias y yo botas; a ti te encanta tomar baños de sol y yo me resguardo bajo un toldo con mis gafas de sol; a mí me pierde James Bond y tú te quitas el sombrero ante John Wayne. Sería conveniente no excederse en esta demostración de hábitos contrapuestos, por lo que me limito a plasmar en este papelpantalla una sola frase: ¡Ay que joderse con las diferencias!
Pues bien, sin ánimo de hacer razonamientos que me lleven a una autodisertación absurda acompañada de un buen dolor de cabeza, he llegado a la conclusión de que, efectivamente hemos cometido una gran equivocación. Tú no encuentras los pasos que llevan a mi puerta y yo no sé abrirla.
He pensado en interpretar un papel para borrar esta "equivocación" en nuestra historia, pero no me he atrevido. Yo sería "Oliveira" y tú, "La Maga". Debería haberte dicho: "Amor mío, no te quiero por vos, ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto...". Sin embargo, esa hubiese sido otra historia y tan sólo Cortázar ha podido contarla.


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25 de mayo de 2006

Emma

Se llama Emma y tiene la mirada suspendida en un centímetro de aire.
Se ha caído muchas veces y siempre ha tenido alguien o algo que le ha tendido una mano. Tiene una hija de la que habla con un rictus de orgullo en sus labios, sin unirlos, dejando siempre un resquicio para una nueva palabra de alabanza hacia ella. Esta vez, es la poesía quien la ayuda a levantarse, a expresar el sufrimiento que le ha causado la muerte de su compañero y la tragedia que supone saberse seropositiva. Vive en un centro de acogida para drogadictos en proceso de desintoxicación y cuenta la ternura que recibe en las "caricias" de un pastor alemán que comparte casa con ella. Nos pide un cigarrillo para combatir la ansiedad, porque "se está quitando", dice, y eso es muy duro. Quiere hacerlo por su hija. Nosotros la animamos, le decimos que la meta es muy atractiva; el orgullo que sentirá ante su hija le compensará de todo el esfuerzo.
No he vuelto a verla desde que acabó el taller, hasta la semana pasada. Iba yo por la calle y me encuentro con una pareja de indigentes mochileros, de esos que son pero se niegan a serlo, que conservan un hálito de orgullo personal y evitan la compasión o el desprecio, que tanto monta. El hombre se me acerca y me pide dinero para el desayuno. Respondo que no tengo suelto (coletilla utilizada a menudo...) y entonces, la mujer lanza un exabrupto golpeándole el brazo y diciéndole: -pero ¿cómo se te ocurre pedirle dinero a mi amiga Ana?-. Era Emma. Pasada la primera sorpresa, una sonrisa grande se instala en mi boca; me alegro de ver a una antigua compañera de fatigas poéticas y le planto un par de besos sinceros en sus dos mejillas. Le pregunto por su vida. Ha vuelto. De nuevo está enganchada. Le echo un rapapolvo suave (no salen palabras duras para una mujer derrotada), le pregunto por su hija, la animo a luchar de nuevo contra su represor y me despido.
Sigo mi camino y pienso en ella. Su rostro estaba lleno de eccemas, algunos con heridas abiertas. Me estremezco. Mi único pensamiento durante todo el día fue de temor a un posible, aunque remoto, contagio.
He pasado una semana de contradicciones. No sabía si había hecho bien en besarla tan espontáneamente o debería haber tenido más cuidado.
Hoy, que escribo esto, me arrepiento de haber tenido dudas y me alegro de haberte besado, Emma.



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24 de mayo de 2006

Risas

Vacaciones cortas o escapada larga, como se lo quiera denominar, pero escapada vacacional al fin y al cabo. Hemos pintado cielos de luz insomne y agujas enamoradas del cielo. Hemos hablado de aldea global, de ciudadanos autómatas unas, y hombres tranquilos otras, de dominaciones suecas y dominaciones soviéticas, de religión evangélico-luterana y de ortodoxa, también de la tibieza en la práctica religiosa. Hemos visto gente encantadora y petardos de gente. Hemos sufrido el overbooking hotelero y hemos negociado cual empresario de altura. Hemos visto ciudades nuevas y ciudades tan viejas como el mundo. Hemos estado en el café Kafka y en el Kiasma (Museo de Arte Contemporáneo). Hemos visto el Estadio de los Cantos (paradigma de la reivindicación de una lengua) y un cementerio-bosque o bosque-cementerio en el que comparten espacio lápidas, árboles, plantas y flores.

Y nos hemos reído. ¡Vaya si nos hemos reído!

Risas en el ascensor con el insert, remove, push; risas en el restaurante con las comidas servidas en pisos; risas en la celebración de un cumpleaños en un país lejano y extraño; risas con los aleluyas de unos fineses vestidos de chándal de táctel azul soraya, zapatos borsalino blancos y sombrero vaquero de plástico azul noche (pedos perdidos); risas en el pub de paso para entrar en el baño y a cambio pedir caipiriñas (típicas en Tallinn...¿?); risas en las fragonetas, que son nuestra especialidad en los viajes, y risas con el chófer correspondiente: véase, Manolo, Antonio o Federico , según las facciones de la cara del interfecto; risas en una carrera de seiscientos metros de obstáculos de gotas de lluvia, con gatos de plástico en la cabeza y el tranvía como meta; risas con el doblado de servilletas levantando con suma destreza lo que hay que levantar, en un restaurante de diseño.

Si he de recordar algo de las vacaciones de estas ocho amigas del "jueves cultural", será la risa, por encima de "cualquier otra cosa".




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17 de mayo de 2006

¿"the best is jet to come"?




La miopía del tiempo recorta en miles las palabras que crucé contigo, reduciéndolas a media docena. Pero fueron media docena que tiñeron de fantasía real dos lenguas. Nunca más supe de tu vida, ni de tu trabajo, tus amigos, tu familia, ni de tus fracasos, si es que los has tenido. No hemos cruzado palabras, ni miradas, ni tan siquiera un apretón de manos o un beso en la mejilla. Hemos divergido nuestros caminos voluntariamente. Es posible que un par de veces al año o, tal vez, un par de veces al mes, recordemos momentos únicos compartidos, como un beso de buenos días, una sola canción para dos corazones, un martini seco con olivitas, un filósofo mudo o un león con alma de "soul". Pero se queda en eso, en recuerdos.
Y el tiempo, que además de ser miope es caprichoso, se encargó de abrir las puertas de la distancia y reunirnos en otra distancia, muy lejos de nuestra ciudad, en un lugar frío..., muy frío.
(Con el énfasis propio de los encuentros inesperados y caras de pazguatos):
  • Hola, ¿cómo estás?
  • Bien, ¿y tú?, ¿pero..., qué haces aquí?
  • He venido a un congreso sobre medio ambiente, ¿y tú?
  • Ah! qué bien!, yo estoy de minivacaciones
  • ¿Cómo te trata la vida?
  • Pues..., no me quejo.
  • ¿Estarás mucho tiempo aquí?
  • No, no, el fin de semana ¿y tú?
  • Lo mismo. ¿Tendrás tiempo libre? ¿Podemos vernos?
  • No sé..., tal vez..., ¿dime en qué habitación estás y te doy un toque, de acuerdo?
  • Genial, espero tu llamada. Me encantó verte. Y estás estupenda.
  • Oye, tú también. Te llamo entonces.

Dos besos y un abrazo ligero dieron al traste con los planes de doña Coincidencia.

"The best is jet to come" no es la frase buena, sino su viceversa: "Lo mejor ha pasado".

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pd. Estoy arrebatada, que me voy a Helsinki y después a Tallinn. Me marcho con un grupo de mujeres estupendas y maravillosas. Serán muy pocos días pero intensos. Prometo contaros.

15 de mayo de 2006

donpepito

Oleo de Victor Serrano

Dentro de un millón de años todos andaremos hacia atrás y nuestro futuro será recordar el pasado, porque dentro de novecientos mil años, donpepito pensará que el camino se hace con las piedras que antes hemos pisado.

Mientras tanto, todos tranquilos, donpepito llegará a nacer.

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7 de mayo de 2006

La fantasía de Jandro en el jardín secreto

Nadie sabe que en el hueco de la escalera de aquel viejo portal hay una puerta que oculta un maravilloso y destartalado jardín. Tampoco hay llave que gire ningún tambor, ni portero que escuche música en la radio. Hay un niño que se llama Jandro, que va a un colegio donde rezan el "ángelus" a las doce del mediodía y le dan reglazos en la palma de la mano cuando se limpia los mocos con las mangas del jersey.
Jandro no es nadie; es por eso que sabe de la puerta, y cada domingo antes de comer, se acerca a la casa de la calle de la Cuesta. Una casa muy antigua, más antigua que su padre; dice su madre que tiene una fachada muy elegante, tan elegante que el cierre del portal es un auténtico encaje metálico.
A Jandro no le importan esas tonterías. Lo que a él de verdad le obsesiona es lo que está detrás, lo que la casa oculta.
El sol hace daño a esta hora del día; camina despacio para que nadie lo vea (aunque ya sabe que cuando se es niño y no se alborota demasiado, los mayores no se enteran de que existes), entra en el portal, abre la puerta y... ahí está: una maraña de plantas, verdes, muy verdes, exageradamente verdes, y altas, muy altas, lo cubre todo, las paredes, el suelo y hasta el sol; allí no llega el sol. Lo que debieran haber sido parterres, son ahora un batiburrillo de piedras, musgo y hojas huyendo descontroladas; el camino que pudo ser de gravilla, es ahora un asqueroso barro verdoso con el adorno insólito de una piedrecilla de cuando en cuando. El lugar es siniestro, no cabe duda, pero el corazón de Jandro no late de terror, sino de emoción. Ha recorrido la mitad del jardín; está a punto de llegar a su meta, a su secreto, a su fantasía. Aparta las hojas desmayadas de una morera péndula que resiste el ataque de las sombras, y en el centro de todo aquel verdor, aparece un velero.
¡Un velero en medio de un jardín!
Un pequeño balandro de no más de tres metros de eslora y un sólo palo que aún se mantenía en pie buscando desesperado una confabulación con el sol para sobrevivir entre aquel mar de plantas que intentaban doblegarle.
Y allí, dentro de aquel reducido paraíso, allí se encarama Jandro y se imagina un respetado capitán de navío, un conquistador de nuevos mundos, un Hernán Cortés cualquiera, como el que había visto en la tapa del libro de historia del cole.
Quiere dejar de ser nadie; que le vean, le escuchen, le atiendan, le hagan caso.
Jandro pensaba que si no se convertía en alguien como Hernán Cortés, los mayores seguirían creyendo que no había nadie cuando él estaba delante.
No sabía, entonces, que tan sólo tenía que dejar pasar los años para ser atendido, para ser alguien, para ser mayor. Y aun entonces, ninguno de los otros alguien, pudo explicarle qué hacía un velero en medio de un jardín secreto.

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El velero es el cine particular en la infancia de cada uno; ese que nos permite fantasear y planear grandes hazañas en nuestra vida; ese que olvidamos cuando nos hacemos mayores y que un buen día recordamos por una reseña en el periódico que dice "El día... el cine... cerrará sus puertas definitivamente...", y entonces quisiéramos haber seguido siendo nadie.

Este cuento es mi pequeño homenaje a nuestro gijonés cine "Hernán Cortés": se inauguró el 6/04/1958 con el estreno de la película "Fantasía" de Walt Disney; el 4/12/1964 pasaron la película "Jandro", rodada en Asturias por Julio Coll; y finalmente el 31/03/1994 se proyectó la película "El jardín secreto" del asturiano Carlos Suárez, cerrando ese mismo día las puertas para siempre esta popular sala cinematográfica.
Un apunte más: no han derribado el edificio para construir un banco (típico hace unos pocos años); han reformado completamente su interior y ahora es el Casino de Asturias. ¿?


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2 de mayo de 2006

Las margaritas son blancas

Las margaritas son de
Amor entintado


(Fijaos en la mosca, es
muy sugerente...)

Es difícil mostrar,
pero más aun
saber lo que
puedes mostrar.



¿Me lo cuento a mí misma
o es a vosotros que debo mostrarme?

Desde todas mis margaritas
el valle en el que habito
se ha hecho más pequeño
pero aquella montaña
que servía de linde
a mis sueños despiertos
es cada vez más alta.

Poco falta para que
las margaritas ya no sean mías.
El blanco, morirá con ellas.
No me preguntéis cómo
yo responderé: negro.



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27 de abril de 2006

Anecdotario de curiosidades (II)





Litografía de Francisco Zúñiga

(Creo... que no es mi caso...,
no suelo mentir, lo juro)











No puedo obviarlo como un hecho puntual y aislado que no merezca la pena contar. Ya no.
No solía hacer uso de la sala de lectura de la Biblioteca Jovellanos, hasta hace unos dos meses en que comencé a acudir en la hora mañanera-laboral del café. Para los que no estén enterados, la Biblioteca Jovellanos se encuentra, aquí en Gijón, en el edificio del antiguo Banco de España, cuyo tercer piso alberga la sala de lectura y consulta, lugar donde transcurren mis treinta minutos de asueto legalmente establecido. A la entrada principal se accede por una escalinata de siete peldaños después de sortear dos columnas de sendos capiteles jónicos. En su parte trasera, el edificio posee una rampa que llega a una puerta de entrada que siempre está cerrada. Ni se me ocurre cuantas complicaciones más puedan tener los minusválidos. Eso sí, en la zona noble (esto es la parte de delante) y una vez en el interior, tienes un ascensor última generación, visible mucho antes de que adviertas la puerta que da acceso a la escalera que comunica los tres pisos.
Pues bien, en una de mis primeras visitas observé a una jovencita esperando la llegada de la máquina elevadora mientras yo charlaba con un amigo que hacía tiempo no veía. El ascensor, por lo visto, o estaba estropeado o había sido retenido por otro usuario en uno de los pisos superiores. El caso es que, mientras duró la conversación con mi amigo sobre la excelencia de los tiempos pasados, la joven esperó y esperó y esperó a que llegara su salvador. Par de besos en mis mejillas, par de besos en las de mi amigo y subo por la escalera los dos pisos que me separaban de mi media hora de placer literario. LLego al tercer piso, y justo en el instante en que paso delante de la puerta del ascensor, previa a la entrada en la sala, la puerta de éste se abre con mecanismo de hipermercado, banco o terminal de aeropuerto, y aparece fragante, fresca, lozana, hermosa, joven y radiante, la muchacha que había dejado esperando en la planta baja por una máquina que evitase la pérdida de esa fragancia, frescura, lozanía, hermosura y juventud. Está demás decir que en el mismo momento yo mostraba un incipiente sofocón de gimnasio (ni se os ocurra pensar en otro tipo de sofoco) y principios de tembleque en las piernas.
Aquel día, aquel primer día en que constaté la contradicción de los hechos: -la escalera para mí, el ascensor para ella-, no le di importancia a lo que había visto. Estaba ante una casualidad, una situación accidental que nada tenía que ver con la razón y las buenas costumbres.
Pero no estoy relatando los hechos de un día aislado, no. Los días se repitieron y la situación también; el único cambio a mencionar fue la cara de la muchacha, -no es que se hiciera una cirugía facial de cada vez, sino que era una chica distinta cada día-. Y es ahora, al cabo de estos dos meses, que he tomado la decisión de contarlo, de asegurar que no se trata de una historia aislada, de confirmar que la señora talluda que no está para muchos trotes sube la escalera a toda pastilla, y la lozana y fresca jovencita, espera hasta lo indecible para que una máquina transporte su cuerpo apenas usado -al menos para estos menesteres...-.
¿A qué conclusión he llegado?
No sabría decir. En todo caso, que nos pasamos la vida haciendo las cosas al contrario de lo que la naturaleza nos pide. Si somos jóvenes, deseamos ser mayores, y... viceversa.

24 de abril de 2006

Ponderar ponderadamente


Tablero de ajedrez imposible
- SANDRO DEL PRETE -

Este artista suizo decía:
"Todo lo que vemos puede
verse de otra manera"










El texto que váis a leer a continuación está cargado de osadía en sus dos acepciones: soy atrevida y audaz al escribir sobre algo en lo que no soy la más ducha ni la menos, o sea no soy, y sí soy insolente y descarada por atreverme a desmitificar a un dios de la literatura.
Por otro lado, un hombre al que admiro y respeto mucho, está arrobado con Jorge Luis Borges. Para J.A., la literatura de Borges es la perfección absoluta y por supuesto, lo presenta siempre como paradigma del buen oficio sumado a una gran inteligencia -mejor viceversa-.
Hace unos días nos mostró el excelente hacer del argentino en el uso del adjetivo, y como ejemplo leyó los dos sonetos sobre el ajedrez , que pertenecen al poemario "El hacedor".No es preciso añadir que son dos joyas literarias, sobre manera el segundo.
Pues bien, tanto y tanto se nos ponderaron los epítetos que el poeta aplicó a las piezas del ajedrez, que en demostración de la osadía de la que os hablaba al principio voy a rebatir esa idea con la esperanza de que seáis benevolentes cuando os percatéis de que "critico a Borges".
Cuelgo los sonetos para tener la referencia a mano.

AJEDREZ (I)

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

AJEDREZ (II)

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
del polvo y tiempo y sueño y agonías?

Comienzo, pues, la crítica:

Tenue rey: ¿Es el rey delicado o débil? o acaso ¿tiene poco valor o importancia? Que todas sus figuras se dediquen a defenderlo no implica necesariamente una debilidad, ¿o sí? y no podemos aplicarle la segunda acepción porque en toda partida el botín que declara el fin de la guerra es el rey. ¿El rey tenue? Nada de eso, el rey es lo más importante en el tablero. Parece débil porque todos le protegen: no olvidemos que si él muere, sus piezas seguirán el mismo camino. El mismo Borges dice que "el rey está destinado a ser vencido" y sugiere el símbolo del matriarcado por la fuerza de la reina; sin embargo, hemos de admitir que toda la fuerza de la reina se acaba si vencen a su rey.
Parece que este primer adjetivo, aplicado al rey, no es tan perfecto.

Rey postrero: Está clara su posición en el tablero. Detrás de todos, el último. Pero cuando se habla del último de algo, yo al menos, veo una fila y en el último lugar al "postrero"; si hablamos de un "rey postrero", no puedo evitar el visualizar una fila de reyes y a nuestro protagonista colocado al final. Este, nuestro rey, no es postrero. Está bajo el manto de, protegido por, defendido por, resguardado entre..., en fin, cualquier cosa menos situarlo en el último lugar. Me suena despectivo y ¡caray! rey con futuro incierto pero rey al fin y al cabo; no le designemos como "el último mono".

Encarnizada reina: Lo rechazo absolutamente. Si lo aplícasemos a la partida (batalla) en sí misma, sería más adecuado, perfecto incluso, pero la reina no se irrita ni se enfurece; la reina mata con frialdad espantosa para defender a su rey.

Armada reina: Volvemos a la dama. ¿Armada porque posee más armas que las otras piezas? Efectivamente tiene más armas, pero esta afirmación nos llevaría a llamarla "muy armada" reina, o "armadísima" reina, pero no sólo "armada", pues el peón está "armado", y el alfil, la torre, el caballo y el rey, también están "armados". No veo exclusividad en este adjetivo para nuestra reina.

Sesgo/Oblicuo alfil: Cualidades tan evidentes en el tablero que parece redundante mencionarlas. Está bien, no cabe duda, pero no para una ponderación exagerada.

Ligero caballo: ¿Ligero como rápido? Será tan rápido como los reflejos de la mano que lo mueve ¿Ligero como leve, etéreo, liviano? Un caballo transmite fuerza, poder, contundencia. Luego tan sólo es ligero porque salta por encima de las otras figuras para capturar y aplastar a su enemigo. No es esta la cualidad que mejor define al caballo, a mi modo de ver.

Torre directa: Pues sí. No es oblicua, ni saltarina, ni se inclina a cualquier lado veleidosamente. Efectivamente es directa. Vaya, el día que descubrió el adjetivo en cuestión, Borges descansó.

Torre homérica: ¡Maravilloso! No puedo ponerle pegas. Si el poeta quería recordarnos el carácter épico de la partida de ajedrez, no pudo encontrar una palabra con más solera, prestancia, categoría y hasta belleza. No hay más que añadir a tal acierto.

Peón ladino: ¡Hombre! Pueden ser ladinos, pero ¿a qué nos recuerdan en primer lugar los peones de ajedrez?: a la infantería de un ejército, por supuesto. Y los soldados de infantería podrán, en algunos casos, abatir a su oponente, pero si fuesen astutos, taimados, ladinos, no encontrarían el fin que les espera. Los peones negros son la carne del cañón de las piezas blancas y los peones blancos la carne del cañón de las piezas negras.
Afirmo que no es un adjetivo completo, adecuado.

Peones agresores: La agresión tiene como fin hacer daño. El peón no hace daño, el peón elimina, mata, aplasta, arrolla, abate, en suma, se deshace del enemigo sin otras pretensiones dañinas y ya está.



Llegados a este momento y hasta las narices de esta pesada lectura, os habréis preguntado por qué yo no doy alternativas a los adjetivos de Borges... Es evidente no? jejeje. Una no da pa más. A la crítica destructiva todavía llego pero la constructiva me queda grande como a todo comentarista mediocre que se precie.
Es preciso, por lo tanto, aclarar que con esta crítica he querido rendir homenaje a un monstruo de la literatura y por ende a un poeta-profesor y músico frustrado que vive con intensidad sus profesiones-aficiones.

¡VA POR ELLOS!

Tan sólo una cosa más: llamada de atención al título: "Ponderemos" cuando la obra lo merezca pero "ponderadamente" por favor, no endiosemos a los hombres por muy genios que sean.



22 de abril de 2006

Blanca, queremos un blog tuyo




En el comienzo de la década de los setenta, oí por primera vez esta frase: "¡Julio, queremos un hijo tuyo!. La decían a voz en grito, masas enfervorizadas de quinceañeras (y sus madres también) en los conciertos de Julio Iglesias.
Unos años más tarde, al final de la misma década, se oyó en manifestaciones, mítines y demás actos políticos que inauguraban nuestra recién nacida democracia, pero en esta ocasión el nombre había cambiado, el grito decía: ¡Felipe, queremos un hijo tuyo!. Es obvio decir que la masa gritona se formó, esta vez, con mujeres de todas las edades aunque de una determinada tendencia política, claro.
Bien, ¿qué explicación daríamos a este deseo enfervorizado de la masa femenina?
¡Qué coño, ninguna! No nos interesa para nada explicar los motivos de aquellas mujeres que gritaban enloquecidas porque admiraban a un hombre. Pero sí quiero quedarme con la idea de tener algo, de la persona a la que admiras, y además pedírselo, clamárselo a voz en grito.
Hoy he pensado en la cantidad de blogs que entre todos estamos abriendo, en la gran variedad de personas que los hacemos: unos escriben comentarios, pensamientos, otros hacen poesía, otros relatos, otros muestran sus artísticos trabajos con el maravilloso invento de la cámara digital. Como sabréis muchos de los que visitáis este blog, tengo tres links que utilizan este medio para enseñarnos su arte fotográfico: el mundo de gaia, blog da cave y mas allá de la mirada.
Pues bien, quiero pedirle a voz en grito, a una persona a la que admiro mucho, que es la fotógrafa oficial de nuestra tertulia cultural del jueves, que hace unas fotos que te cagas, que nos quita las arrugas, nos hace más delgadas y nos coloca fondos primaverales donde sólo había días nublados, a esa persona que nos aguanta, que nos sitúa, que nos organiza viajes, que se acuesta con la agencia de viajes y se levanta con la impresora, a ella, a Blanca, mi amiga, mi prima, quiero pedirle que nos enseñe sus fotos extraordinarias, que no puede tenerlas guardadas, que sí, que BLANCA, QUEREMOS UN BLOG TUYO.

Las dos muestras que os he dejado arriba son nimiedades. ¡Veréis -espero- su arte... !

17 de abril de 2006

Anecdotario de curiosidades (I)

Nos movemos a golpe de tarjeta. Es un hecho constatado.
Entre otras muchas, yo utilizo la tarjeta de transporte para el bus que me lleva al trabajo, -los días que no voy andando, pues vivo en una ciudad en la que puedo permitirme ese lujo-.
Esta mañana comprobé que me quedaba un saldo de cincuenta céntimos, por lo que me fuí a recargar la tarjeta en uno de los cajeros automáticos instalados por el Ayuntamiento para estos fines.
Estaba yo en los preliminares del toqueteo a la pantalla cuando compruebo que le ha salido un bucle, prolegómeno de melena de Ronaldinho:
  • Pulse la pantalla para continuar
  • Servicio de pagos o Recarga de tarjetas
  • Ayuntamiento de Gijón
  • Pulse la pantalla para continuar
  • Servicio de pagos o Recarga de Tarjetas
  • ...
  • ...

y así bucleando, bucleando, me dirijo al conserje para pedir información sobre la avería del cajero.

- Perdone, ¿no funciona el cajero?

Arqueo de cejas del individuo.

- Verá, estoy intentando... y no puedo..., ¿sabe usted que puede ocurrir?

Arqueo de cejas y pasos para acercarse, del individuo.

- Mire, compruébelo usted mismo.

Yo, pulso en el medio de la pantalla. El, pulsa exactamente en la línea donde dice: "pulsar para continuar" y exhibe una media sonrisa de superioridad informática sobre señora inferior informáticamente hablando (o más... pero no quiero pensarlo). El bucle adquiere visos de melena.

- ¿No le parece que está estropeado?

Arqueo de cejas y sonrisa desaparecida en el individuo.

- Bien, ¿lo intentamos de nuevo?

Arqueo de cejas sin expresión en el individuo, tal vez por las confianzas que yo estaba tomando.

En este punto y derrotada por la batalla dialéctica unilateral, vomité un: "Adios, buenos días señor y muchas gracias"

... los lingüistas machacándose los sesos y no se han enterado que hay idiomas cuya semántica se transmite a través de un signo y medio. Esto es, un arqueo de cejas y media sonrisa... ¡Pobre individuo! o ¿Pobres lingüistas?

12 de abril de 2006

Emunah

SIN ABANDONAR

Respiré gotas de lluvia que flotaban en el aire,
recordé piedras frías, miradas ardientes, día extraño.
No se perdió el mar al fondo de la atalaya
porque las olas regresaron cada mañana para besarme.
Ahora nieva lentamente sobre la nieve del alma;
la blancura fría de esta sábana cubrirá el sentimiento
(me gusta esta razón: el frío conserva).

Llegaré a ser para ti emunah:
lo que aguanta,
lo que permite construir encima,
lo que no se olvida,
la roca.
La verdad.

***********

No recuerdo dónde vi por primera vez esta palabra: "emunah"; sin embargo, sí estoy segura de que hubo un flechazo (al menos unilateral; nunca le he preguntado si ella sintió lo mismo). Me pareció absolutamente maravillosa.
Probad a pronunciarla en voz alta teniendo mucho cuidado de aspirar la "h" al final tal que si fuera una "j" suave. Es como si no se acabase nunca. Como si nos hubiésemos topado con un conjunto de letras tan integradas entre sí que diesen lugar a un deletreo infinito (tal vez exagere: perdonadme la pasión...).
Se trata de un término del lenguaje hebreo cuyo significado tiene que ver con la fidelidad, seguridad, continuidad, constancia, verdad. Llegando un poco más allá, "emunah" es la "fe" de los hebreos; es "la verdad", en el sentido de que es cierto lo que se espera que sea cierto.
Es posible que el resumen final de mi poema desvirtúe o desvíe un tanto, el significado real de la palabra, pero no podemos olvidar que "la verdad" es grande, resistente, segura, eterna y, por supuesto, sólida, dura, pétrea.
¿Os habéis dado cuenta de las cualidades que asigno a "la verdad"?
Son similares, si no idénticas, a las de la mayoría de los conceptos abstractos, en su grado de perfección y no en el que estamos acostumbrados a percibir: el amor, la amistad, el honor, la fidelidad...
¿Será que el pensamiento es un fractal infinito de sentimientos con un orígen común: el hombre?

En fin, como véis, yo sí que fractaleo en mis reflexiones. He empezado por darle sentido a un poema y acabo soltando una pregunta maquiavélica que no hay quién coño entienda y menos quién la responda.

Lo único que venía a decir es que una historia de amor es verdadera cuando crees en ella.

4 de abril de 2006

Vergüenza descarada

La Vergüenza tiene muchas caras.
Puede ser ajena; y entonces sentimos en nuestras carnes lo que otro debería sufrir; casi siempre por un hecho o actuación puntual y concreto; sin el menor atisbo de ridículo en la persona protagonista porque nosotros lo hemos absorbido todo, de ahí el concepto de "ajena".
En algunos casos, nos vestimos de luces, doblamos muleta al brazo y gastamos una vergüenza torera. Dejamos el egoísmo en el callejón y salimos al coso para cumplir con una obligación que nada tiene que ver con la devoción (perdonad las prosaicas rimas).
¿Y cuando la vergüenza se convierte en asesina? Entonces nos moriremos por miedo a pasar un ridículo similar al de otro (el de arriba). En particular y sobremanera, si una jauría de ojos te rodea y lanza miradas tan criminales que acabas "muerto de vergüenza".
Llegado el caso, que es éste, podría inventar un adjetivo para nuestra invitada. Bien pudiéramos hablar de una verguenza descarada. Aquella que padeces con orgullo. La sientes, pero no te arrepientes de ello.
Tiene que ver un poco con el desfase de los tiempos. La moda no atañe sólo a la manera de vestir; también a la manera de hablar, de pensar, de votar, de viajar, de leer. Este último caso es muy curioso, porque lo razonable sería presumir de leer mucho, clásico, actual, de cualquier estilo, literario, social, político, económico, en fin, que sería de recibo alardear de un deseo plausible de cultura. Pues no. Has de tener cuidado en lo que se lee, a quién se lee y en qué tiempo vives, para que la elección de tus lecturas sea la correcta.
Hace unos meses, mi hija me recomendó una lectura: "El miedo a la democracia" de Noam Chomsky; ella lo había leído y como aún no se relaciona con "escepticismo", está encantada con la ideología del lingüista-filósofo-ensayista, de profesión "rebelde". Teniendo en cuenta los cinco o seis libros que siempre tengo rondándome, y que la poesía me atrae más que cualquier análisis histórico-político, hasta la semana pasada no he puesto en el montón de lectura diaria, el ensayo de Chomsky.
Pues bien, llega el momento de comentar mis lecturas, de llevar el libro al café para aprovechar el tiempo, en la reunión de turno ponerlo junto al resto de papeles o junto al último poemario de Caballero Bonald; da lo mismo, lo importante es que hubo una persona que al enterarse de mi elección, me tildó de snobista de izquierdas, out, intelectualoide obsoleta; sólo le faltó decirme que voy camino de política idealista con aspiraciones de adolescente. Y me hizo sentir mal, de veras, me hizo pasar vergüenza. Pero, he de reconocer que el rubor duró un instante, un instante tan corto (valga la redundancia) que la vergüenza se transformó en orgullo y como la contradicción era tan evidente decidí llamarla "vergüenza descarada".
Me siento orgullosa de pasar "vergüenza"; de tener, todavía, fe en que una persona se dedique a escribir, aunque sea teorizando, sobre lo que debería ser el mundo y lo que realmente es.

31 de marzo de 2006

No hay explicación

¿Qué sentimiento es éste, que no me deja razonar?
Ayer escuché, en una voz encandilada, cómo los clásicos veían la muerte a la vuelta de la esquina de cada año vivido. Y todos sabemos que es así. Unos sienten pánico, terror, temor a esa idea tan cruelmente natural. Otros aceptamos esa naturalidad sin dolor, aunque siempre en primera persona. Porque, cuando la visita de ese espectro de manto gris y rostro de calavera visita otro cuerpo, el sufrimiento se hace patente. Y no por la crueldad que puede arremeter contra nuestras almas, no; sino por la impotencia que sentimos ante lo irremediable. No podemos hacer nada, no sabemos hacer nada, nada de lo que hacemos sirve, nada de lo que hacemos ayuda, nada de lo que hacemos cambiará el destino escrito.
Y el tiempo transcurre.
Y Quevedo decía: "En el hoy y mañana y ayer, junto pañales y mortaja, y he quedado presentes sucesiones de difunto". Y es cierto; vivimos esperando la muerte. La vida es una larga agonía, disimulada de cuando en cuando con unas dosis de morfina risueña, que finaliza con la liberación de la muerte.
Pero una cabeza que razona ¿dónde queda cuando el sentimiento acuchilla las neuronas?
Sentimientos y razón, enfrentados en una lucha que es la esencia de la vida y la muerte. La una sin la otra no serían explicables.
Y, sin embargo, ella se muere, y yo, quisiera poder explicarlo.

19 de marzo de 2006

Sigo la corriente

Pues sí; la sigo, o más bien me dejo llevar por la última corriente en tendencias mediáticas individuales: infectar la red con el virus del blog. No obstante, habrá de tenerse en cuenta que, en este caso, los infectados aceptan con agrado la enfermedad que pueda provocarles tan globalizador visitante.

Y hago ésto -publicar mis ideas-, con el fin de espabilar a las palabras; ponerles un despertador estruendoso; sacarlas de paseo y soltarles la correa para que tropiecen y ellas solitas se levanten; tal vez, y en un momento concreto, darles un azote cuando se pasen de la raya; pero nunca, nunca, dejar que se duerman. Porque ya sabéis lo que dice el lema de este blog: "... si acunas demasiado, todo llega a dormirse".

A todos los que lleguéis a entrar en este sitio: Bienvenidos; decid lo que queráis y si no os sentís a gusto, no os quedéis por compromiso.

Un chin-chin por las palabras que cada uno lleva en su boca.