Desde que te has mudado a otra casa
nos abraza un lenguaje de flores,
pleno de frescor y aroma mientras dura,
tristemente ajado cuando fenece.
Antes, mucho antes de las flores,
tú, me escuchabas con admiración escondida
y ahora, yo te hablo con rescoldos de admiración,
rescoldos de una hoguera cálida y protectora.
Dibujé con tu mano las primeras palabras
y tu mano deshojó mi primer libro.
Sobre las alas fuertes de tus brazos
volé hacia un tranvía amarillo y viajé
por callejuelas y puertos y jardines
de una ciudad que luego hice mía.
Descubrí con tus ojos un deporte y un equipo,
amé las fantásticas historias de tu amado cine
y comprobé a tu lado
las dulzuras del vermouth de domingo
y que los zapatos me quedaban pequeños.
De aquella hoguera que tantos años me confortó
guardo la visión nítida de una llama:
el respeto hacia las mujeres
que yo hice intrínseco a los hombres.
He esperado a que te hayas ido a otra casa
para apreciar lo importante en lo ordinario.
No hay palabras ni adjetivos,
ni historias ni poemas que dibujen
cuatro pisadas en un camino
una mano sobre otra
y un silencio que responde a otro silencio.
Desde que te has mudado a otra casa
me enseñas lo que antes no supe aprender.
A mi padre, que desde hace unos años vive en un cementerio, y gracias al cual aprendí que muchos hombres son buenos..