26 de diciembre de 2008

El color del cristal

Para una persona muy inteligente
que se cree muy inteligente.
Embrutecida, dices,
por no moverme nunca
de la ciudad que habito,
por no contemplar más
que las antiguas piedras
de los altos cilúrnigos,
el palacio de un conde
que revive a la Gigia,
las máscaras patéticas
de un carnaval pintado
o no escuchar más voces
que las de una familia
y un amigo cercano.
Embrutecida, dices.
El mundo se complace
en burlarse de ti
y tus ojos, cegados
de tanto ver no han visto
el sarcástico velo
que invisible los cubre.
Embrutecida, dices.
Embrutecido, digo.