23 de julio de 2023

EL HOMBRE Y EL NIÑO



Sus párpados huían hacia abajo por el lateral de los ojos. Cuando observabas su rostro de perfil, éstos parecían cerrados. Su ceño estaba permanentemente fruncido y las comisuras de los labios seguían la misma pendiente de los párpados, dándole a su expresión un punto de pataleta infantil.
En conjunto, su cara reflejaba una tristeza rebelde. Aquel niño estaba triste pero se oponía a este sentimiento con un fuerte carácter.
En el instante en que el hombre se fijó en él, abandonaba el colegio, solo, despacio, arrastrando una mochila por las escaleras a golpes tan lentos que parecía fuera a destrozarse en cada peldaño.
-Voy a tenerlo complicado-, pensó el hombre. Iba a ser difícil llevárselo de allí. 
-No lo conseguirán, no me obligarán, me esconderé en el desván del colegio-, pensó el niño. Y en un segundo, soltó la mochila, subió casi gateando las escaleras, derribó a una de las profesoras y entró en el colegio como alma que lleva el diablo. -No, no y no me llevará con él!!!-, decía a voz en grito mientras subía los tres pisos de escaleras que llevaban al desván.
El hombre, asombrado, tardó un momento en reaccionar. La profesora estaba perpleja, sentada en el suelo miraba hacia el niño y hacia el hombre sin decir una palabra. Saliendo de su estupor, el hombre fue hacia la profesora y la ayudó a ponerse en pie mientras le pedía disculpas, pero al instante la abandonó para perseguir al niño. Subió con rapidez las escaleras, dejando a un lado la paciencia y enfurecido llegó al tercer piso cuando el niño ya estaba entrando en el desván. Lo agarró del brazo con fuerza y tiró de él.
-Nooooo, no me llevarás, se lo diré a la profe- le dijo el niño a gritos.
-Y yo también se lo diré, así que ven conmigo por las buenas o te enterarás-, le respondió el hombre.
Mientras tanto, la profesora había espabilado y subió hacia donde estaban el hombre y el niño. Les miró con el ceño fruncido y las manos en jarras y dijo muy seria: -¿Qué está pasando aquí Guillermo, por qué no quieres irte con tu padre?
Y Guillermo, con el rostro descompuesto y lágrimas a punto brotar de sus ojos le dijo: -Si es que es muy injusto, profe, hoy tenemos sopa para comer y a mí no me gusta nada, no hay derecho a que me obliguen-.